Diario de León

Seguridad y derechos humanos

No dejes de creer

Publicado por
Arturo Pereira
León

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El grupo Journey, en un tiempo que me queda un poco lejano, triunfaba con un tema que se titulaba igual que este artículo. Revestido con una estética a medio camino entre el Rock y el Heavy Metal, su vocalista Steve Perry transmitía transgresión y un romanticismo acendrado por su experiencia vital marcada por pérdidas sucesivas de seres queridos.

A pesar de tener motivos para sentirse perdido, no muy bien tratado por la vida y haber dejado temporalmente la música, apoyado por aquellos que lo querían, retomó su carrera musical y logró colocar a su grupo entre los más importantes a nivel mundial. A veces necesitamos que otros nos hagan retomar la fe en nosotros mismos.

Todos hemos perdido mucho últimamente, es cierto que unos más que otros, pero todos nos hemos quedado huérfanos de nuestro pasado. Pero, esto no debe conducirnos a una falta de fe en nosotros mismos y nuestras posibilidades de afrontar la vida con la suficiente fe en que somos dueños de nuestro destino.

Quisiera poner como ejemplo a una persona que en el aniversario de su fallecimiento creo que se merece un reconocimiento que no tuvo en su justa medida. Don Juan Antonio, Obispo de Astorga, fallecía de un ataque al corazón cuando estaba trabajando en su despacho. Se merece en justicia un recuerdo lleno de gratitud por ser un ejemplo de persona bondadosa, trabajadora y también me atrevo a decir que romántica.

Quizás por ser bondadoso en extremo y trabajador sin descanso, su corazón no soportó las calumnias de unos, la indiferencia de otros y la falta de suficiente compromiso de los católicos que tuvimos la fortuna de tratarlo. Pero, si todo ello no fue suficiente para agotar su corazón, el hecho de ser un romántico, sí que pudo terminar con sus posibilidades de soportar una pesada carga que le era totalmente ajena.

Como buen pastor hizo suyas las culpas de otros y no hubo manera de convencerle de que adoptara una postura más flexible que redundara en beneficio de su salud. Fue imposible, porque su carácter soñador y su fe le impedía analizar las cosas como lo hacemos aquellos tibios que poblamos iglesias y nos damos golpes en el pecho sin afrontar desde la verdad y la valentía necesarias los problemas que aquejan a nuestra sociedad.

Don Juan Antonio nos enseñó a ser valiente, a afrontar las adversidades desde la sinceridad y a pecho descubierto. Puso en marcha acciones para combatir aquello que le horrorizaba como católico y que han sido copiadas a nivel de toda la Iglesia internacional. Era un romántico, pero también era eficaz como Savigny, pues no hay nada más práctico que el derecho, rama en la que él también destacaba.

Lo que pretendo decir, es que Don Juan Antonio nos debe inspirar a no perder la fe en nosotros mismos. Podemos sufrir, podemos sentirnos perdidos, pero nunca podemos perder la fe en nuestras creencias, las que sean. A un hombre de su entidad, el ser congruente y no abandonar jamás su voluntad de servir a los demás en el puesto que le tocó, le arrastró a una pérdida progresiva de salud, y finalmente, a su fallecimiento.

Tuve la suerte de aprender de él muchas cosas en las escasas conversaciones que mantuvimos. Pero, no hacía falta que hablara mucho, su tono pausado, firme, y afectivo eran suficientes para que uno se identificara plenamente con él. Su comportamiento era absolutamente congruente con lo que predicaba, esto es algo que muchos debiéramos aplicarnos a diario.

Si perdemos la fe en nosotros mismos, ¿en quién vamos a creer? No merece la pena caer en tamaño error. ¡Siempre adelante! ¿Quién dijo que esto sería fácil? Sin dificultades no hay vida. Llegarán momentos mejores, no nos debe quedar la menor duda, siempre que mantengamos la voluntad de no rendirnos.

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