Diario de León
Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Al margen de razones históricas, los valles cantábricos de Valdeón y Sajambre permanecieron en territorio leonés después de la última división provincial, porque en el momento del reparto seguían incomunicados con el mar al que fluyen sus ríos. De otro modo, el criterio de aguas vertientes hubiera alojado estos valles en Asturias. Desde entonces, han pasado casi dos siglos y la travesía por la garganta del Cares sigue siendo felizmente pedestre, mientras la angostura de los Beyos acoge junto al Sella un camino tallado con pico y dinamita a mediados del diecinueve, que relegó a la aventura del senderismo la calzada del Arcediano.

El puerto del Pontón es la entrada natural a Sajambre. Su descenso, librados los vértigos iniciales, se desliza entre prados y hayedos hasta embocar Oseja, cabeza del valle, con su caserío de piedra tendido a lo largo de la carretera. A cuatro kilómetros de Oseja, por una carretera estrecha y empinada, se esconde Soto, el pueblo más recóndito del valle de Sajambre. El primer tramo de subida discurre tunelado por el abrazo verde de los árboles. Luego se ofrece a la izquierda el mirador de Vistalegre, desde el que se aprecia el cuenco de Sajambre con los barrios de Ribota y Oseja prendidos en la pendiente. La carretera atraviesa la montaña por el túnel de la pica Arancón y vadea el río Agüera por el puente que salva la cascada de San Pedro, el salto de agua más espectacular de la provincia leonesa. Desde el puente, la vegetación esconde los abismos de la cascada, que ahora apenas se oyen ni atisban, perdidos en la umbría. Para apreciar su vuelo hay que acercarse a la Llana desde Ribota, donde unas ruinas marcan el lugar en que estuvo la ermita del santo.

Pero desde hace unos pocos años ese espectáculo sólo se puede disfrutar en época de excedentes. Habitualmente sólo se desprende un regatillo canijo e insignificante. Aunque parezca mentira, porque hablamos de la pérdida de una maravilla natural ubicada en el primer parque nacional español, esto y más es posible todavía en la vertiente leonesa de Picos. El río Agüera fue remansado aguas arriba del precipicio y su caudal entubado a la vista por la ladera para mover una central eléctrica.

La carretera de acceso, sus amplias y modélicas escuelas, la vestidura de la iglesia, los higiénicos lavaderos y una primitiva central hidroeléctrica para alumbrado del pueblo son obra de un indiano que volcó su generosidad en Soto. La escuela debida a Félix Martino es un edificio monumental dotado de valioso material didáctico. Una joya singular de nuestra tradición educativa, pionera en la lucha contra el analfabetismo, aunque ya sin niños. Ahora alcanza a sus casas rurales El Encanto de Picos el timbre de máxima calidad turística.

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