Diario de León

Máximo Cayón Diéguez, cronista oficial de la ciudad de León

El ritual de las Cantaderas

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El acto atesora un polícromo ceremonial. Y tiene su origen en la supuesta aparición ecuestre del apóstol Santiago en la legendaria batalla de Clavijo, que propició la victoria de Ramiro I (842-850) sobre el príncipe omeya Abd al-Rahmán II (833-852), en tierras riojanas, el 23 de mayo del año 844. Dicho triunfo trajo consigo la supresión del ‘nefando tributo’ por el cual el monarca cristiano entregaba al sarraceno cincuenta doncellas provenientes de la nobleza y otras tantas procedentes del pueblo llano.

El ritual de las ‘Cantaderas’ se desconoce cuándo empezó en León, aunque en 1501 se estima ya de «inmemorial antigüedad». Su escenario es el claustro de la S.I. Catedral legionense, hacia donde se encamina, el domingo anterior a la festividad de San Froilán, el Ayuntamiento de León, en ‘forma de ciudad’, acompañado por los maceros, la policía municipal de gala y la banda de música. En el cortejo cívico-religioso, organizado y tutelado por la municipalidad, figuran también el carro chillón, tirado por dos bueyes que lucen roscas de pan en sus astas, que hasta 1975 entró en el claustro, las ‘doncellas cantaderas’, con sus cestillos repletos de productos del campo leonés que servirán luego de ofrenda, y la ‘Sotadera’, portadora de un arco floral que depositará ante Nuestra Señora del Foro y Oferta de Regla, efigiada en el tímpano del sepulcro protogótico del chante Munio Ponzardi, fallecido el 19 de septiembre de 1240.

La citada escenografía claustral es el centro de gravedad de este ceremonial. Allí, el síndico municipal y el capitular catedralicio lucen sus mejores galas dialécticas en defensa de sus respectivas tesis. Para el primero se trata de una oferta, por ‘gracia y devoción’. El segundo, en cambio, lo recibe como ‘foro’, que es sinónimo de canon u obligación. Como se sabe, después de tres intervenciones por ambas partes, al final no hay acuerdo alguno. Lo sintetiza el Marqués de Fuente Oyuelo en el capítulo XV de las Políticas Ceremonias . He aquí un fragmento: «Desde la batalla de Clavijo, como está dicho, en hacimiento de gracias de tan singular victoria […] ofrécese a dicha Imagen [Nuestra Señora del Foro y Oferta de Regla], un cuarto de uno de los toros y diferentes frutas; está allí el procurador del Cabildo con un Escribano, [y] pide por testimonio que es voto, y el Procurador de la Ciudad, como uno de los del Ayuntamiento protesta [que] es devoción y obsequio a aquélla Santa Imagen, por tan singular favor como recibió este Reino. Y hecho esto, se acaba la función y la Ciudad se disuelve».

En nuestros días, finalizada la controversia, se celebra la Eucaristía. Y a su término, ante la Virgen Blanca, entronizada en el parteluz de la puerta del Juicio Final, las ‘Cantaderas’ bailan la Cantiga de Alfonso X el Sabio: ‘¿Donna d’as Donnas?’, tal como lo han hecho al llegar ante Nuestra Señora del Foro y Oferta. Luego, el Corregimiento, con sus rangos corporativos, se dirige hacia el lugar de destino de los carros engalanados.

Cuando el P. Lobera presenció el acto en 1595, las ‘doncellas cantaderas’ procedían de las cuatro parroquias principales de nuestra ciudad: San Marcelo, Nuestra Señora del Mercado, San Martín y Santa Ana. Eran «doce niñas de hasta diez o doce años, las más graciosas que hallan, y más diestras en danzar y bailar», aportadas por las indicadas parroquias. De la primera de las citadas, salía la predicha ‘Sotadera’, «la cosa más vieja y mala que vi en toda mi vida», en palabras de la Pícara Justina, vestida a la usanza morisca, es decir, a semejanza de la representante enviada desde Córdoba para elegir a las ‘Cien Doncellas’. De la segunda, los atabales y el salterio que figuraban en la comitiva.

Entonces, la fiesta duraba cuatro días: 14, 15, 16 y 17 de agosto. Los dos primeros se celebraban ceremonias religiosas, el tercero se «corrían toros», y el último se llevaba a término el acto del Foro u Oferta, que consistía en la entrega de un cuarto de toro, de los astados lidiados el día de San Roque, un cesto de cotinos, (panecillos pequeños, exentos de sal, típicamente leoneses), y otro de peras y ciruelas. Desde 1816, el cuarto de bóvido se sustituyó por una aportación económica de 250 reales. Completaban el programa regocijos, tales como luminarias, hogueras, fuegos de artificio, obras teatrales, festejos taurinos y juegos de cañas.

El pasado año, el covid-19 impidió la celebración del acto. Aún así, el 20 de diciembre, domingo, el alcalde de León, José Antonio Díez Díaz, acompañado por la secretaria general del Ayuntamiento legionense, Carmen Jaén Martín, y el cronista oficial de la ciudad, firmante de estas líneas, en la capilla catedralicia de la Virgen Blanca, hizo entrega de la tradicional ofrenda a una Comisión Capitular del cabildo catedralicio, formada por el deán, Manuel Pérez Recio, el administrador, Mario González Fernández, y el secretario, Félix Díez Alonso, confirmando así la plausible disposición del Consistorio leonés de mantener la tradición, y, por ende, la secular ceremonia de las ‘Cantaderas’.

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