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CINE

Esto no es ninguna payasada

Joker no es una película de superhéroes. De hecho, tiene poco o nada que ver con las películas que hemos visto provenientes del mundo del cómic. Si el personaje tuviera otro nombre y la familia Wayne tuviera otro apellido, seguiríamos viendo la misma película… la misma extraordinaria película. Hacía tiempo que no veía una historia tan adulta, provocadora y emotiva. Emotiva en el mejor sentido que puede tener el arte, el de provocar emociones diferentes y removernos algo en nuestro acomodado y rutinario interior de casa-trabajo-ocio. Joker nos habla de sentir lástima, pena, indignación, ira, odio, venganza… si esto no es un manifiesto revolucionario, poco le falta. Y no lo digo por el discurso anarquista que algunos parecen temer, presuponiendo que el público se identificará con el enfermo mental y será manipulado como toda masa aborregada en dificultades. No, la revolución de Todd Phillips es rendir homenaje al cine de los 70 y al nuevo Hollywood, de Scorsese a Friedkin, y regalarnos una película que hace pensar, que intranquiliza, que no tiene buenos y que no tiene final (Taxi Driver y El exorcista, sí, pero también Alguien voló sobre el nido del cuco, Carrie o muchas otras). Decía Phillips (Resacón en Las Vegas) que ya no podía hacer comedia por los «ofendiditos» de guardia y decidió dar la vuelta al género superheroico. A ver si ahora se ríen o se les congela la hipocresía. El descenso a los infiernos del protagonista se podría imaginar con muchos actores, pero el trabajo de Joaquin Phoenix (Óscar garantizado) es hipnótico y aterrador por lo verosímil. No es solo la risa, sino los movimientos, la forma de correr o el baile (impresionante ese chelo que grita en la banda sonora). Mayúscula película de terror con lecturas sociales y políticas. Ah, y Robert de Niro. Y Frank Sinatra. Send in the clowns…

Fotograma donde aparece el actor Joaquin Phoenix como Arthur Fleck. NIKO TAVERNESE

Publicado por
GONZALO GONZÁLEZ LAIZ
León

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