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poesía

Un oscuro caminar por la vida

animales despiertos David Pujante Renacimiento, Sevilla, 2013. 78 páginas.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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Tras miles de años de escritura poética, parece natural que un poeta se pregunte por el sentido de la suya, por su capacidad para insuflar misterio a «lo vitalmente siempre renovado». De hecho, David Pujante ha dejado pasar once años de silencio entre La isla (2002) y el nuevo libro, Animales despiertos, no sé si acuciado por las dudas que le asaltan en el primer poema; pero se trata de un silencio fecundo a juzgar por las virtudes del poemario reciente.

En una nota final a Animales despiertos aclara el poeta que sus libros parten de una idea matriz y que después se expanden y ramifican. En este caso «la idea originaria fue el mito edénico como testimonio fundacional del animal que despierta al conocimiento». Es el núcleo de la primera serie de poemas, que tematizan el paso del animal dormido que era el hombre al despertar de la conciencia, saliendo de la cueva de la ignorancia hacia el conocimiento, lo que a su vez supuso adquirir conciencia de la existencia, del dolor, de la culpa y el misterio, del transcurrir del tiempo y de la muerte. El animal dormido despertó para encontrarse perdido «en medio de un oscuro caminar por la vida». El despertar supuso, además, la construcción del espíritu, la conciencia de los límites, el nacimiento de la palabra y del deseo, la experiencia del fracaso y, como una especie de castigo, la añoranza del estadio primitivo de inocencia, de «la paz de la inconsciencia, de la piedra».

Con el despertar brotó también el lenguaje de los afectos, al que dedica otra serie de poemas, entre los que pueden destacarse Soliloquio lunar o La pérdida de Palinuro, este sobre los engaños del amor. En la serie final, una sombra cruza los poemas: la de la muerte. Impresionante es La fotografía, sobre los huecos creados por los que nos van dejando en la foto simbólica de la que algún día desaparecerá también nuestra imagen. Las aguas del dormido poetizan lo que el sueño supone de liberación de la materia y el tiempo, con la frustración del regreso al «dolor de ansias frustradas». Concibe David Pujante el ritmo poético como lenitivo para la tristeza humana, y sobre esta idea construyó Variaciones Goldberg, evocando las de Bach que servían de terapia al insomnio del Conde Keiserling. Ritmo, meditación y sentimiento se conjugan para definir un excelente poemario que, ante el espejo de lo que fuimos y de lo que somos, sigue suscitando interrogaciones sobre la existencia posiblemente irresolubles.

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