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La postura de la Moncloa sobre la salida del exrey abre otra fisura en la coalición

Montero sostiene que Podemos desconocía los contactos entre el Gobierno y la Zarzuela

Pedro Sánchez, ayer durante la ronda de preguntas de la rueda de prensa en La Moncloa. CHEMA MOYA

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León

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Los discretos contactos mantenidos en las últimas semanas entre la Zarzuela y la Moncloa para facilitar la salida de España de don Juan Carlos han provocado un nuevo choque en el Gobierno de coalición, el segundo en lo que llevamos de semana y el enésimo de los ocho meses de legislatura.

Desde Unidas Podemos lamentaban haber conocido los detalles de la operación el pasado lunes, al mismo tiempo que el resto de españoles. «No sabíamos nada», se quejaba hoy la ministra de Igualdad, Irene Montero, que considera que este movimiento «afecta» a la institución de la Jefatura de Estado y deja a la Monarquía en una situación «comprometida».

Una postura radicalmente opuesta a la que mantienen sus socios de Gobierno, que han cerrado filas en torno a Felipe VI, al que respaldan desde el silencio mientras se parapetan tras la consigna de la Moncloa, la del «respeto» por la decisión tomada por la Zarzuela.

En un claro intento por restar hierro al asunto, Pedro Sánchez, tras un Consejo de Ministros que se antojaba a priori complicado, recitó durante su comparecencia posterior una loa a los logros de la coalición durante sus primeros seis meses de andadura, aunque no ocultó las desavenencias.

«Somos un Gobierno de coalición con un programa claro pero tenemos divergencias», sostuvo el presidente. Pero se han abierto tantas vías de agua que la frase bien podría fecharse a principios de marzo, cuando Unidas Podemos y PSOE chocaron con la ley de libertades sexuales, o más recientemente el lunes, tras la reunión de la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, con una representación de Ciudadanos para tratar sobre la gestión de los brotes y acercar posturas respecto a los Presupuestos, algo que fue percibido como una amenaza por los morados.

Sánchez también despejó balones respecto a las acusaciones que Montero había pronunciando horas antes, en una entrevista en la cadena Ser, donde acusó a los socialistas de haber pactado «la huida» del emérito.

«Los despachos que mantengo con el jefe del Estado tienen un ámbito de confidencialidad que yo por lo menos voy a respetar», aseguró tras insistir en que seguía desconociendo el paradero de don Juan Carlos.

Pese a que tras la investidura de Sánchez el recién nombrado vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, reconocía que su partido iba a tener que ceder terreno en algunos puntos de su programa electoral y que «las discusiones del Consejo de Ministros quedarán de puertas para adentro», cada vez las tragaderas de los suyos son menores y han tomado como costumbre usar las redes sociales para discrepar públicamente de sus socios.

El propio Iglesias calificó de «huida indigna» la actuación del emérito, mientras que el ministro de Consumo y líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, volvió a referirse al monarca como «ciudadano Juan Carlos de Borbón» además de insinuar la existencia de una trama «que no pudo ser tejida y mantenida por una sola persona».

«Todo el mundo interpreta que tiene que ver con intentar eludir la acción de la justicia», añadió ayer la ministra de Igualdad.

Discrepancia en el Congreso

La escalada de desavenencias también se han trasladado al ámbito parlamentario a través de sus diputados. Si en enero los miembros de Unidas Podemos de la Mesa del Congreso rechazaban con sus votos una propuesta de la CUP para investigar al emérito por las comisiones del AVE a la Meca -un cambio de criterio rotundo respecto a su postura tradicional-, en las siguientes tres ocasiones que el escrito llegaba al órgano los de Iglesias votaron a favor para que esta pretensión prosperase (en todas fue inadmitida con el rechazo de PSOE, el PP y Vox).

La estancia caribeña del emérito, de confirmarse, sería en todo caso temporal. Como mencionó en la carta que remitió a su hijo, el viaje responde a su «voluntad de trasladarse, en estos momentos, fuera de España». Tras el paréntesis en República Dominicana habrá que ver si Juan Carlos I establece una residencia fija o, por el contrario, alterna visitas entre sus amistades de toda la vida. Es el caso del matrimonio portugués Brito e Cunha-Espirito Santo. Con el patriarca Joao Manuel, Conde de Portugal de Faria, don Juan Carlos comparte edad (83 años) y recuerdos de infancia. Dicha familia aristócrata posee, además, varias residencias repartidas por el país vecino, que podrían dar cobijo al rey emérito. De trasladarse allí, el anterior jefe del Estado estaría además muy cerca de Galicia, donde podría seguir navegando con el Bribón, y también de Madrid, para sus revisiones médicas o por si la Fiscalía del Supremo reclamase en cualquier momento su vuelta.

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