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La bebé que murió había salido con su padre al patio a ver la granizada

Setenta personas heridas por las bolas de hielo de más de 10 céntimetros que cayeron a 100 km/h

Una mujer comprueba los daños provocados en su vehículo por la tormenta de granizo. DAVID BORRAT

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León

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Nadie había visto nada igual. Fueron apenas 10 minutos de tormenta, pero los que la vivieron pasaron mucho miedo. Compararon la fuerte granizada que cayó el martes por la tarde en La Bisbal d’Empordà (Girona) con un bombardeo y alguno incluso pensó que era el día del juicio final.

Era como si llovieran bolas de billar. Quien pudo se escondió en el coche, bajo el tractor o en casa, temiendo que las ventanas saltaran por los aires. El cielo escupió piedras de hielo, en forma de granizo, a más de 100 kilómetros por hora. Los pedruscos, de más de 10 centímetros de diámetro (mayores que una pelota de tenis), arrasaron con todo: vehículos, techos, cubiertas, naves industriales y granjas. Y lo que es peor, se cobraron la vida de una niña de 20 meses.

La pequeña salió con su padre al patio de casa a ver la tormenta, según la versión que ofreció el jefe de la Policía local, y recibió un impacto mortal en la cabeza, que le provocó una fractura cranoencefálica. Murió ayer de madrugada en el hospital Josep Trueta de Girona.

Al principio, las piedras de granizo eran pequeñas, como las habituales, por eso se atrevieron a salir. Fue una trágica fatalidad. Cuando ya se retiraban, una piedra impactó en la cabeza de la niña. Sus padres son de origen hondureño. Llevan tiempo en la localidad gerundense. El Govern y el Ayuntamiento pusieron de inmediato a disposición de la familia servicios psicológicos. Se trata de la primera víctima mortal como consecuencia de un granizo en Europa desde 1997.

Además, 67 personas resultaron heridas por contusiones o fracturas y fueron atendidas en el ambulatorio o en el hospital comarcal de Palamós. Una mujer pasó la noche ingresada, si bien ayer por la mañana recibió el alta. Algunos testimonios relataron la violencia de la granizada y la describieron como estar en medio de una «guerra». Como Josep Vilà, joven de la localidad, al que una pedrada le ha roto la clavícula, o Jùlia Puig, a la que le ha fracturado un dedo. Las emergencias de los ambulatorios de la zona se colapsaron en pocos minutos. Rachid Redou fue muy gráfico: «Pam, pam, el fin del mundo».

El Ayuntamiento pidió a la ciudadanía que no pase bajo las cornisas de los edificios por el riesgo de caída, ya que los tejados han quedado maltrechos. El daño en el arbolado del municipio y en los pájaros también fue considerable.

La alcaldesa de la localidad ampurdanesa —de unos 10.000 habitantes, a medio camino entre Girona capital y la Costa Brava— lamentó el fallecimiento de la pequeña, ordenó colocar las banderas del consistorio a media asta y tenía previsto decretar varios días de luto oficial. Explicó que nadie en el pueblo, ni los viejos del lugar, recuerdan una granizada de esta violencia. Duró poco, pero la virulencia fue muy grande.

De récord, según el vicepresidente de la Generalitat, Jordi Puigneró. No solo por los daños personales, sino por el destrozo causado en casas, coches y negocios. Al día siguiente del temporal, las oficinas de seguros no daban abasto. Igual que las grúas. Todos los coches aparcados en la calle sufrieron desperfectos. También la policía local, que se quedó sin coches.

El Ayuntamiento avanzó que pedirá la declaración de zona catastrófica, si bien aún se están valorando los cuantiosos daños ocasionados, tanto públicos como privados.

La consejera de la Presidencia de la Generalitat, Laura Vilagrà, señaló que una granizada de este tipo «no tiene precedentes» y que la «situación es muy dramática». Según afirmó en una comparecencia desde el consistorio ampurdanés, la «magnitud de la tragedia» es general y la afectación es muy grande.

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