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A sí, sin aviso previo, abreviando el tránsito y burlándose de la maldición típica del tras una penosa enfermedad que hubiera sido injusta y cruel, Antonio Núñez se ha ido. Póngase hoy de luto el periodismo leonés, luto sentido; su pluma muda es un vacío en la necesaria visión crítica de todo esto y aquello de más allá, de la vida en las alturas y en las bajuras, pluma que él manejó con estilo, criterio cirujano, justa ira y distancia necesaria para que la palmadita del poder en la espalda no te impida ver lo que hace la otra mano del jicho, tan ocupada siempre en su secreto, ese que un buen periodista intentará tercamente desvelar... para contarlo... y para desmentir a Marcuse: la verdad tiene dos caras, pero una no puede contarse . En esa actitud trazó su sendero periodístico Antonio, el de la lupa y el dardo, pesquisa y aguijada... o sea, fundamento y no casarse con nadie, lo que en León y en Lima suele acarrear antipatías militantes, a veces furiosas y funcionarias, si es que no te enmudece el poder burlado o el propio jefe con un hasta aquí y finiquito.

De la raza de Núñez en el oficio tuve ya noticia al compartir en 1972 exámenes finales de Periodismo en la Complu alojado diez días en su pensión de La Arganzuela -castiza pensión; pasó de colegios mayores-, así que cayendo la tarde dejábamos de hincar el codo para acodarlo chateando el sitio hasta Cascorro donde regentaba el arcaico y taurino Malacatín uno de San Martín de la Falamosa que, si había tercer chato, invitaba en lealtad paisana. Me admiró el número de amigos y fuentes que Antonio se granjeó así en aquel curso, sobre todo un sastre viejo, culto y sordo que hablaba muy alto y se proclamaba republicano, chsss, que aún vive Franco y la poli cachea, esposa o atiza. Ya sabía entonces Núñez que en esos caladeros se averigua más que en cien ruedas de prensa o informes oficiales; y que también te mienten, pero te orientan el tiro. Y conociendo al paisanaje, conoció más realidad que los demás. Esa fue su lección, tan rara hoy en tiempos domados. Descansa, pues, Antonio, que de largo te ganaste el respeto.

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