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En el plazo de dos días, el presidente Pedro Sánchez ha desautorizado a Salvador Illa, líder de los socialistas catalanes, en un asunto trascendental que afecta a la enseñanza del castellano en Cataluña y al cumplimiento en ese territorio de las sentencias del Tribunal Supremo.

El sábado, el que fue candidato a presidente de la Generalitat afirmaba con seguridad que la sentencia que obliga a impartir el 25% de las clases en castellano se tenía que cumplir en Cataluña. El lunes, en el Parlament, su grupo del PSC votó en contra del acatamiento de esa sentencia. En 48 horas, La Moncloa había obligado al líder de los socialistas catalanes a rectificar para no enfadar a sus socios de ERC.

Pedro Sánchez sigue jugando con fuego. El miedo a perder los votos del bloque independentista en la próxima tramitación de los Presupuestos en el Senado o ver peligrar la estabilidad del rompecabezas de su Gobierno le ha llevado a ceder una vez más al empuje de la religión nacionalista y excluyente. La coartada es la teoría del apaciguamiento.

Se conceden los indultos a convictos de secesión no contritos sino con vocación de reincidentes. Se promete obligar a las empresas privadas de entretenimiento a doblar sus contenidos al catalán; se mira para otro lado ante desacatos institucionales al jefe del Estado y se apoya en el Parlament una declaración de desobediencia al Tribunal Supremo. Eso es parte del precio para construir un relato oficial como el que recientemente defendió el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, afirmando que el «’procés’ está terminado».

Sánchez se hace trampas al solitario para no reconocer que el bloque independentista ha iniciado una nueva estrategia para la secesión con plazos más largos y perfil más bajo. El desafío al Estado toma otros caminos. Pero la lengua es el Santo Grial del nacional-catalanismo porque es el único elemento real que diferencia el territorio del resto de España, una vez desmoronadas todas las fábulas sobre rasgos biológicos, historia paralela, catalanidad de Colón y Cervantes, agravios de ‘Madrit’ a Barcelona...

Por eso «la lengua no se toca» y la Generalitat se resistirá hasta el límite antes de revisar la inmersión lingüística que reduce el castellano a una asignatura como el inglés, e impide a los padres educar a sus hijos en su lengua materna. Pero para la mitad de la Cataluña no nacionalista también la lengua es un elemento nuclear de su identidad y sus raíces.

Por eso la confianza en el PSC, que en las últimas elecciones lo convirtió en el partido más votado, se puede diluir cuando comprueben que los socialistas les han vendido a cambio de seguir gobernando en Madrid. La última en TV3:  Mi perro puede oler a los españoles ladrones  (‘Bricohéroes’. Peyu y Jair Domínguez).

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