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El Parlamento Europeo condenó el las prácticas no remuneradas con 580 votos a favor, 57 en contra y 55 abstenciones. El documento llevado a votación recalca que los empleos de formación sin prestaciones económicas son una «forma de explotación y una violación de los derechos de los trabajadores jóvenes», por lo que, a raíz del recuento, se establece un marco jurídico para garantizar una remuneración justa de las prácticas y de los periodos de formación.

Fernando González González, más conocido como Gonzo, me contó una vez, durante mi primer año de carrera, las condiciones a las que me enfrentaría en un futuro: «Yo cuando encontré mi primer trabajo; de lo mío, no cobraba. Tampoco iba a exigir un sueldo por algo que todavía no sabía hacer» me dijo rotundo. «Hasta el quinto año de experiencia no se sale de la precariedad» prosiguió, «Sin pasión, acabas desesperándote en el oficio», concluyó.

Sus palabras me desanimaron un poco, aunque como comprobaría, estaba en lo cierto. En el periodismo y, en muchos otros oficios en los que se necesita la práctica de toda una vida para desempeñarlos con soltura, los comienzos son difíciles. Al empezar, todo lo que has aprendido de la teoría se ve reducido al absurdo. Sin embargo, al estrenarte en una empresa te adentras en el mundo real; más allá de los libros, empiezas a saber un poco mejor de que va la película.

Dignificar el trabajo de los jóvenes, por muy timorato o inexperto que sea, es una cuestión de honradez, puede que esas crisálidas recién salidas del capullo de las facultades no sean productivas para las empresas, pero en un futuro, cuando emerjan, se convertirán en los trabajadores del mañana. Otorgar un salario mínimo a los estudiantes que buscan prácticas puede traer consecuencias adversas. Las empresas que no tienen altos márgenes de beneficios pueden desestimar la opción de contratar jóvenes por falta de rentabilidad. También se pueden perder recursos al formar a nuevos integrantes para que después se vayan o, simplemente, se encuentren candidatos que no se adaptan a las exigencias requeridas.

Todos hemos pasado por un comienzo. Un salario, por muy escaso que sea, te motiva a seguir adelante y disipa las dudas. Sientes que tu trabajo se valora, le pones más empeño, te reconforta y en definitiva, te sientes agradecido al demostrar que vales mucho más que tu inexperiencia.

Como decía Gonzo «no vas a exigir un sueldo por algo que no sabes hacer todavía», pero si puedes pedir un mínimo de decencia que disipe las dudas abrasadoras de tu trabajo. En la dignidad, la empatía y el futuro… están los sueños de muchas personas.

Los jóvenes están cargados de nuevas ideas, lo único que se necesita para que prenda la combustión es la llama de una esperanza, un buen maestro y las oportunidades alejadas de la penuria y la miseria en el horizonte de un contrato.

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