Diario de León

Alfonso García

Navidad de allegados

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Las palabras tienen vida. La dinámica social, sobre todo cuando se acentúa por acontecimientos o circunstancias extraordinarias, genera la necesidad de nuevas palabras que conceptúen situaciones nuevas. Por ceñirnos a la realidad más actual, aunque dolorosa, la pandemia marca algunas de las novedades más recientes del diccionario: coronavirus, covid, desconfinar, cuarentenar, desescalada. Otras palabras, de uso común o limitado, adquieren especial protagonismo por razones puramente coyunturales. Tal es el caso de allegado.

La segunda acepción del Diccionario de la RAE nos propone esta definición: «Dicho de una persona: cercana a otra en parentesco, amistad, trato o confianza». La movilidad navideña que nos proponen los que gobiernan/mandan, siempre tan cercanos a la ambigüedad y la indefinición, permite la visita y la mesa compartida con allegados/as, que, como usted mismo deduce, tiene límites escasos, por no decir nulos. Bien podría decirse que es palabra o concepto «coladero». Esto significa, sencilla y llanamente, que el motivo del protagonismo de la palabra se ha convertido en chanza y despepite. Falta de precisión cuando es tan necesaria. Póngase música, por ejemplo, de West Side Story, arréglese letra al gusto y tararí, tararí. Nada de extraño tiene que la historia consagre a esta como «La Navidad de los Allegados». Ya sé que el asunto no debería permitir bromas. Ni tan siquiera ciertas ironías, más aún cuando el señor ministro del ramo, que me cae bien, tiene que lidiar permanentemente con asunto tan complejo.

Ahora bien, esa misma complejidad exige determinación y la eficacia posible. No se puede jugar ni con el buenismo ni con las medias tintas. Ejemplos hay en nuestro entorno. A nadie le gustan las medidas impopulares, tras las que suelen esconderse otras razones en esa creciente erosión de la política. Apelar a la responsabilidad cívica, necesaria, es un riesgo, simplemente porque un bajísimo porcentaje lo puede arruinar todo. Y porque si llega, según vaticinan, una tercera ola —no lo quieran los dioses de todos los cielos y tierras—, quizá puedan poner como escudo esta posible falta de responsabilidad. De cualquier forma, a unos y otros, a todos, les deseo lo mejor. Siempre. De corazón.

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