Diario de León

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Empezaron con los gases de efecto invernadero que causaban las vacas al soltar lastre, lo que nos obligó a atarles un catalizador a la base del rabo que se activa antes de que la boñiga deje el suelo como Miquel Barceló la cúpula de la sala de los derechos humanos de la ONU. Luego vinieron a por los tractores, cuya acumulación de emisiones diésel al roturar las tierras para acomodarle un suco al grano provocó una modificación de la normativa de tráfico, antes de Madrid Central, que prohíbe a más de cuatro John Deere aparcar en la plaza a la hora de la partida y sanciona a los que pasan la grada antes de que se levante la niebla. Pero lo que no esperábamos, después de asumir que la culpa de la contaminación es nuestra y no de las aglomeraciones industriales madrileñas, catalanas y de la costa, era que nos quisieran apagar el grifo al incluirnos en el listado de causantes del cambio climático por la modernización de los regadíos. Con menos montó José Luis Cuerda una película para la historia de la comedia que merece ser revisitada.

A la vista de que nos ha nacido un hombre en el bancal, que hay que trasplantar porque «¡tú no sabes lo que chupa un hombre…! Te deja la tierra seca», como advierten los agricultores de Amanece, que no es poco, la CHD amenaza ahora con frenar la modernización de regadíos de Payuelos porque el cambio climático nos va a dejar sin agua. Condenados a hacer el flashback, la escena nos lleva más de 30 años atrás, cuando se justificó la inundación de Riaño en la necesidad de dar un futuro a 80.000 hectáreas, la mitad de las cuales no se han desarrollado aún. Como somos contingentes pero los necesarios son los que mandan, podemos fichar a los vecinos del valle para que reediten el diálogo en el que Luis Ciges se da cuenta de que «aquí no hay ni Dios. ¿O es que todos son aquí unos hijos de puta? Porque pueden ser unos hijos de puta que se hacen pasar por fantasmas». Absurdos nos van a sobrar. Para rematarlo iremos a ver amanecer con la vista puesta hacia Boca de Huérgano y que nos salga el sol por Valdeburón, a la espalda, para que no advirtamos cómo el agua, que se llora a los de aquí, se escapa a un ritmo de 72 hectómetros cúbicos anuales hacia la cuenca del Carrión, donde no han gastado ni un euro en modernizar, y surte a los polígonos industriales de Valladolid y Palencia, canal de Castilla adelante. Lo que nos vamos a reír. Ya tengo el título: climaterio.

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