Diario de León

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Sacando un poco la cabeza en busca de algún cubículo en el que circulase un poco de aire fresco para desatascarme de tanto coronavirus, me topé con una noticia particular. Curiosa cuanto menos. Y miren que tenía yo ganas de cambiar de tercio y buscaba algo de ese movimiento que se llama #goodnews que dicen que alegra un poco el espíritu entre tanto pesimismo.

El caso es que ya nos mandan tener la vista puesta en la Navidad, porque dicen los que venden que está a la vuelta de la esquina, aunque queden dos meses enteros. Una eternidad. Nos lo enseñó este virus, que las cosas cambian demasiado rápido como para intentar tenerlo todo planificado. Pero nos ha pasado otra vez, que no hemos aprendido la lección y seguimos queriendo ver las cosas desde la perspectiva que nos da la gana.

Con el próximo objetivo de celebrar la Navidad como cada uno buenamente pueda y le dejen, ya rulan por ahí las estadísticas de lo que se nos avecina. Y dicen que el 60% de los anuncios de juguetes que se emiten estos días en televisión representan a las niñas como coquetas, cuidadoras, madres o esposas, frente a un 9% que muestran a los niños en un rol cuidador, según un estudio del Instituto de la Mujer.

Me pregunto cómo podemos tener esta visión generalizada de la realidad en tiempos supuestamente de igualdad. Ya sé que lo de ser iguales entre hombres y mujeres no existe en algunas cosas que están de la mano de la naturaleza, pero me deja loca que lo sean en las cosas que dependen del ser humano, como ésta. Aunque no nos guste, nos siguen etiquetando de coquetas, esposas entregadas y madres ejemplares. O por lo menos no me gusta a mi, aunque entiendo que tiene que haber para todos los gustos. No tenemos por qué ser presumidas, ni madres, ni esposas. Pero lo que me alarma no es lo que se espera de las mujeres —que una se acostumbra a todo—, sino el aprendizaje que dejamos en las niñas y niños. Ellos serán los adultos del futuro y no estaría mal pensar en lo que estamos sembrando en sus cabezas. A lo mejor, deberíamos contarles que lo que se espera de ellos es que encuentren su camino, que sean buenas personas y elijan, por ellos mismos, ser lo que les dé la real gana. Y si es sin etiquetas, mejor todavía.

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