Diario de León

Antonio Manilla

El enemigo en casa

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Auno no le gusta señalar tontos porque a veces en León a los tontos los ascendemos y lo mismo acaban de tenientes de alcalde o concejalas de tráfico y te fríen a multas por un quítame allá ese adjetivo. Pero a veces se señalan ellos solos, aunque no afirmo que sea el caso. Como quien dice, se postulan para un puestazo, lo consiguen o no, pero ahí están: tontolineando desde un despacho oficial o echando pestes por la boca desde el banquillo oficioso de la barra de los bares. Si ya les ponen delante de los morros un micrófono que carga el diablo, o les dan una columna resentida, el desaguisado puede alcanzar proporciones propias del Pentateuco, tipo plaga de langostas o destierro por las arenas calcinadas de Egipto. Alguno hay que, desde que lo echaron con cajas destempladas del partido, se dedica a difundir interioridades no de entonces, cuando estaba, sino de ahora, cuando no se entera de más que lo que le cuentan, igual que a cualquiera dispuesto a dar pábulo a rumores y altavoz a maledicencias desde la columna de un periódico, como si fuera suya y no de sus lectores.

A uno no le gusta señalar tontos, ya digo, por si las moscas, pero a veces se señalan ellos solos con una sonora evidencia o un rastro gráfico ineludible. La escuela de la sospecha legó esta enseñanza a los periodistas para el trato con políticos: «No te fíes de nada de lo que digan y pon entre algodones todo lo que hagan». Y es que, aunque nos hayamos embaulado en el pasado la escuela de pilotos y en el presente la sede de la Agencia de la Ciberseguridad, nuestras tragaderas tienen un límite. Ir anunciando por ahí un día y otro las mismas paparruchas y quimeras es demasiado hasta para nosotros, por muy crédulos o leoneses —valga la redundancia— que seamos. Ya estamos bien servidos. «Andreíta, alza el puño, que te incorporas a la ejecutiva federal del partido. Pero ese no, mujer, que es el de los comunistas. El otro. Empezamos bien».

Obras son amores. Siento no recordar ahora quién fue el autor de la frase que sigue, una de las más inteligentes sobre nuestra propia identidad: «a los leoneses no nos hacen falta enemigos porque tenemos políticos». Pues eso. Que los albergamos en nuestra propia casa. Rebosantes de buenas intenciones. Buscando aplausos. Y votos.

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