Diario de León

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Las reformas de los trazados urbanos del ferrocarril en León hacen visible de algún modo un recurso de políticos y periodistas. Eso de ‘vivir de espaldas a’ que tanto nos gusta emplear cuando se hacen obras por ejemplo en un río, en una vía o en cualquier punto que de repente se asoma a nuestras vidas.

Un paseo por el degradado e inútil —de momento y quizá para siempre— trazado urbano de Feve en León pone en claro que las casas se hicieron para protegerse de la vía. De sus molestias y de su ruido. Total y lógicamente de espaldas. Como ocurre también en la zona del Crucero, donde se avanza en el paseo que cubrirá la línea en la llamada integración del AVE.

El ferrocarril es fundamental para el desarrollo de cualquier territorio. Y esta tierra tiene demasiados asuntos en vía muerta con el riesgo de que acaben descarrilando definitivamente. La Variante de Pajares, la vuelta de Feve a León, una línea del siglo XXI hacia Galicia para hacerse hueco en el Corredor Atlántico o ese proyecto de Torneros, al que le han dado un mordisco terrible al privarle de los talleres de Renfe.

El tren ha sido vital y hemos vivido dándole la espalda. Quizá como suele ocurrir con las cosas fundamentales, que sólo añoramos cuando las hemos perdido. León tiene el mayor tramo del Camino de Santiago y ahí malvive transitado —ahora es cierto con un forzado parón— por miles y miles de personas. Lo saben bien en sectores como el hotelero, porque hacia Compostela no sólo se va con mochila. Una parte muy mayoritaria de ese turismo —especialmente extranjero— que siempre nos dicen que es de tránsito, viaja hacia la ciudad del apóstol. Pero aquí seguimos de espaldas. Promocionamos y vendemos en ferias que nosequé pueblo hace una paella de tropecientasmil raciones, que nos vestimos de plañideras —como tampoco hace nadie—, que tenemos carteles de interpretación de la pera limonera, e incluso que hacemos teatro bajo una higuera o programamos conciertos en iniciativas nunca vistas en ningún lugar del planeta...

Por suerte, el Camino, como todo lo valioso, no necesita de alabanzas ni de animadores. El próximo año será el Jacobeo más raro de la historia, pero seguirá fluyendo ese tránsito inigualable al que damos la espalda, nunca sabré muy bien por qué.

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