Diario de León

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Cuenta mi suegra que cuando era joven su abuela la invitaba a no salir al balcón de casa con una curiosa frase: «El buen vino no necesita bandera». El mensaje, tan autóctono, se refería a la forma en la que se promocionaban las bodegas cuando llegaba en el inicio del invierno la venta del fruto de sus viñas. Eran otros tiempos, otras banderas y, sin duda, otra forma de vida en la que se medían cosas que hoy sólo generan sonrisas. Pero no sería justo juzgar con los ojos de hoy lo que pasó en otros tiempos. Probablemente habría que derribar todo tipo de estatuas de reyes o habría que sacar la memoria templaria de diversos ámbitos —por ejemplo— si se miden sus excesos feudales, maltratos de género, su violencia, por no hablar de su falta de criterio ecológico...

En San Marcos, un espléndido establecimiento hotelero, es probable que se acabe poniendo una placa para recordar que fue una cárcel. Es posible afirmar que no todos los que pasaron por ella eran culpables. Y también es factible que no fueron todos inocentes. La vida y el ser humano funcionan así, cargados de excesos.

Y quizá sea un exceso también cargar cada esquina con memorias. La lista de solicitantes tampoco sorprende. Son los mismos cada vez que se genera una situación similar. Pero el error es extender a todos y cada uno de los rincones de la vida, incluso a lo que son ‘unidades de respiro’ como San Marcos, la prolongación de esa especie de leyenda negra que tanto gusta a algunos.

La memoria es imprescindible. Y la Justicia. Pero, como todo, con medida. No puede llegar a cada rincón porque corremos el riesgo incluso de banalizarla. La sociedad también debe pasar página. Hay que cerrar trincheras. En cada rincón no puede haber una placa de víctimas de tráfico, de violencia de género, de crímenes, de inmigrantes ahogados, de asesinados en atracos, de iglesias quemadas, de atentados terroristas, de checas de tantas víctimas mortales evitables hoy por la desastrosa gestión del covid... La sociedad no puede autofustigarse a todas horas y en todos los sitios. En España, la leyenda negra ya se sabe que siempre tuvo mucho público. El cilicio les entusiasma, pero sólo para el de enfrente.

En el año más complicado en muchas décadas necesitamos tomar aire. Que nos dejen un poco tranquilos. Sí, ha habido mucha barbaridad. Por eso necesitamos sitios como San Marcos para olvidarla, al menos, un rato.

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