Diario de León

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Hoy se corre menos peligro siendo diana humana de un lanzador de cuchillos ciego que recorriendo el pasillo de la sede nacional del PP. Solo he estado dos veces tentado de dedicarme a la política activa. Barajé hace años, ya lo he contado aquí, crear el partido Rugidores por León, pero hice un tanteo en casa de mis posibilidades electorales y lo descarté. Sufrir por sufrir, tampoco. Pese a lo que pueda deducirse del nombre no era un partido leonesista, sino cinéfilo. Es que me gustan mucho las películas de la Metro Goldwyn Mayer. En fin, murió antes de nacer. Luego barajé fundar un partido nudista. Mi mujer me puso la hoja de parra y la maleta en el rellano. Alguna vez me pregunto cómo me habría ido en las urnas, pero solo con pensar en la campaña electoral me entra frío. La coherencia es importante y un líder de un partido nudista no puede dar los mítines en gayumbos y con calcetines de lana. Ahí terminaron mis aspiraciones políticas. Lo cierto es que nunca me he visto en actividades que resulte indispensable llevar casco. Y tampoco me veo liderando nada. Sigo creyendo en una democracia humanista. Y a mi edad ya solo solo me interesan las personas sencillas que dan lo mejor de sí mismas a los demás, sea desde una presidencia o despachándote un café. Las hay y quizá sean la mayoría en los partidos, pero sería interesante reflexionar porque estas acaban siendo muchas veces arrinconadas. En fin, creo en las conductas, más que en las proclamas. En los actos, más que en los discursos. El auge de la extrema derecha se debe a la decepción, pero sería una irresponsable ingenuidad creer que el electorado de Vox procede todo de la derecha decepcionada. A los nazis también les votaban obreros. Ojo.

La ejemplaridad en política no puede ser reducida a la honradez, pues esta es obligatoria. La ejemplaridad del político ha de extenderse a todo. No basta con aportar votos, ni siquiera con ganar elecciones. La conducta sigue siendo el pilar maestro, con los propios y con los ajenos.

Me escribía ayer un amigo de Villablino, afincado en Cataluña, que iba a leerse el Apocalipsis. Bueno, no creo que lo de Ucrania dé para tanto. Pero, eso sí, uno no entraba sin casco en la sede nacional del PP.

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