Diario de León

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Nos anunciaron que ayer iba a ser el día más caluroso del año, y no será este columnista quien corra ahora a buscar el detector de mentiras. El lado bueno es que cuando usted me esté leyendo será ya martes, si puede hacerlo significa que no se ha derretido. Y este juglar de columnas, tampoco. ¡Habremos sobrevivido al récord! O sea, al soponcio. Al menos, a este. Pero uno escribe el lunes, y no basta con ponerse a ello. Dormir y ligar todo es empezar, se proclamaba en el título de una película de Alfredo Landa, apostillará mi lector cinéfilo. Ya, pero no es aplicable al columnismo. Les aseguro que tenía una idea muy buena, pero se me ha licuado. Así no hay manera de escribir nada inteligible, ni siquiera en morse. Por algo, en España al sol lo llamamos Lorenzo. Y el columnismo es tarea de andamio y este ya conlleva sudores: subes un verbo, bajas un adjetivo, vuelves a subirlo, lo cambias… espetas un piropo a tu mujer que pasa por el pasillo, canturreas una de Los Chichos… paras a tomar el bocata… vuelta al tajo, busca un sinónimo, quita una coma…Y a quienes somos de tensión baja, el calor nos noquea dos veces. Por ello, he empezado a escribir a las siete de la mañana, y no como otros que hasta las siete de la tarde no son persona, animal ni cosa. Antes de entrar al despacho, mi mujer se ha despedido de mí en la puerta. Agitaba compungida el pañuelo, tal Penélope. Emocionado, solo acerté a decir lo de MacArthur: «Volveré». Ha fallecido Olivia de Havilland, con 104 julios. A la actriz que coprotagonizó Lo que el viento se llevó, ¿se le olvidó morirse o la muerte la tenía enchufe? Pero como escribió Orwell, «lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano». Ella —intuyo— lo logró. El de hoy es un calor de colmillo retorcido. Uf. Pero basta ya de blues, voy a darme otra ducha mañanera y bajo su chorro revitalizador entonaré una alegre canción, aquella que versionó John Anderson: «I’m just a old chunk of coal ( Soy simplemente un viejo trozo de carbón), but I gonna be a diamond some day (pero seré un diamante algún día»). Y cantaré otra más, por quienes no pueden ya hacerlo. Luego, regresaré al despacho a terminar esta columna, antes de que comiencen los espejismos.

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