Diario de León

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Encendíamos un cigarro con otro, para disipar las dudas entre el humo de los marlboros, que fue la mejor droga que llegamos a catar, pobres, escasos hasta para cualquier otro aliciente que no fuera ahogar los pulmones en un charco de alquitrán, las cuerdas vocales en un cacareo ronco de efecto expectorante, suficiente para chavales atrapados en el concepto de que la libertad la idearon los publicistas sobre la pose del pitillo entre los labios carnosos y las curvas sinuosas que se adivinaban al final de la recta que separa el dintel de la puerta y la cama deshecha en la alcoba, el cigarro de después, como quien permanece abandonado a los estímulos que no representen el placer pasajero; bueno, y porque con los anuncios de cigarrillos nos hacían creer que éramos los tíos del caballo y el vaquero ajustado a la ingle, a los que la rubia esperaba desatinada entre los arbustos, al otro lado del torrente primaveral, el de Montana, no ese que recorre las mentes libidinosas. Los cigarros salían encendidos de la cajetilla para quemar a base de caladas la obsesiva visión del mundo que dieron en meternos por los ojos cuando la estructura socioeconómica nos dividió en dos: los consumidores de género perecedero y los fabricantes de emociones en serie, el placebo que siempre se ha procurado el poder para controlar el fluido de billetes; la adicción es lo esencial; lo de menos, es el vicio. Da igual al tabaco liado que el plasma que emite tuis en formato cinco gés. Enganchados, pasamos por alto la existencia de un estanquero fumador, un comercial de crecepelos calvo, un jicho de Silicon Valley con un android entre las manos. Prendíamos una veta con otra para ahorrar en chisqueros, salvo en la argucia toreada que abría los cielos y rescataba del fango de la timidez a los retraídos, los parcos, los parvos, los otros, que se dejaban abrasar las mejillas al fondo de la barra antes de dejarse arrastrar por el instinto. Ese ¿tienes fuego? que entornó más vidas que el invento de la rueda. No olvidemos el poder de convicción que remarca en la expresión, las citas asertivas mientras el humo exhala fonemas contundentes; qué habría sido de la humanidad sin las lecciones de saber estar de los galanes en oferta que apuraban el pito antes de besar en la gran pantalla. Pues así, a lo bobo, ya hace quince años que dejó de delatarnos la ropa con olor a chacina curada.

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