Diario de León

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Como cada 15 de agosto, día de la Asunción —vaya por delante mi felicitación a todas las ‘asunciones’— se inicia una nueva temporada de la caza en la modalidad de media veda, lo que volverá a poner en el punto de mira a esas especies cuya conservación está en boca no solo de los que ahora nos conviene llamar ecologistas radicales, sino de aquellas personas que desde hace décadas luchan contra verdaderos molinos viento para defender la supervivencia de esta biodiversidad por la que tanto nos gusta sacar pecho cuando nos interesa. Pero esa diversidad está ahora mismo más tocada que nunca. La oleada sin precedentes de incendios forestales que asolan nuestros campos y montes, unido a la terrible sequía que seca nuestros acuíferos y merma nuestros recursos hídricos está poniendo más en jaque que nunca a esas especies ya de por sí perseguidas y acosadas por la siempre injustificada presión cinegética. Especies como la codorniz común, declarada Ave del Año 2020 por su «alarmante declive» y de la que se caza 1,5 millones de ejemplares al año, o la tórtola europea, palomas y otras especies migratorias, están más débiles que nunca por la falta de agua y por esas altas temperaturas que han disparado su mortalidad.

Si para otros sectores tan vitales como la agricultura se está limitando su actividad en estos días de intenso calor por el riesgo que su actividad supone para los incendios forestales, si se limitan las actividades de ocio en el monte y se prohíbe circular por caminos forestales, no entiendo porqué no se toman medidas para limitar la actividad de los miles de cazadores que a partir del lunes tomarán con sus todo terrenos los campos y desplegarán sus armas de fuego para atentar contra unas especies más débiles y vulnerables que nunca. ¿De verdad que alguien puede ver esto como un deporte? Un año de moratoria propondría yo para esta actividad que llega en el peor momento, cuando atravesamos la peor crisis medioambiental de las últimas décadas, y de nada me sirven los informes publicados esta semana por la fundación Artemisan, que realizan los propios cazadores, que hablan de un incremento de la población de codorniz de un 26%. El lobo nunca fue un buen cuidador para las ovejas.

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