Diario de León

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M aravilla lo lejos que pueden llegar algunas piedras que tuvieron bastante de pedradas. Se sabe de algunas que alcanzaron miles de kilómetros, nueve mil en concreto dos enormes medallones barrocos de san Pedro y san Pablo que pesaban lo suyo y volaron en 1920 desde León a San Simeón, California, océano por medio, qué barbaridad, dos joyas de bajorelieves labrados en roca, bellísimas pedradas... aunque cosas así no asombran tanto por aquí donde se cree a pies juntillas vuelos no menos asombrosos como el que logró la devoción a la Virgen del Camino que hizo volar desde Argel hasta este santuario (basílica me suena harto ampuloso y no me habitúo) un arca enorme en la que allí obligaban a pasar las noches a un cautivo cristiano, de Villamañán él (corría el año 1522), férreamente atado con una cadena de 17 metros y, además, con un moro custodio durmiendo encima de la pesada tapa, lo que visto así en el aire podría confundirse con un Aladino tripulando un férreo arcón en vez de una alfombra mágica; y pudiendo considerarse también al de Villamañán como el primer astronauta encapsulado de la historia, lo que sostiene Manolo Durruti con sobrado juicio, aunque ¿qué fue del moro que se vio pilotando aquel arcón a propulsión divina, qué pensaría al verse de repente en tierra extraña y enemiga, qué hizo o qué le hicieron, le enchironaron o lo repatriaron por inmigrante ilegal en patera volante?, porque no es muy de creer que los dos se quedaran a servir en el santuario hasta que tuvieron una dichosa muerte, según cuenta el milagro, aunque si le ataron en corto al moro con aquella larga cadena por aprovecharla, y en justa réplica, ahí quizá me entra la fe. Donde perdemos toda fe, sin embargo, es viendo el destino de tanto patrimonio que voló a Pénjamo sin vuelta. Los dos medallones citados pertenecían a San Marcos y hoy flanquean la puerta principal del casón-catedral-castillo que levantó el magnate Randolph Hearst en San Simeón en 1921. Otavito dijo estar muy intrigado y que averiguará quién le vendió esas joyas... y que mañana nos cuenta.

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