Diario de León

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Todo el mundo sabe que el número de rupturas o divorcios crece tras las vacaciones. Todos lo entienden y cualquiera se lo explica: 24 horas sin dejar de verse el jeto una pareja -y más si venía con rebotes o reojitos- multiplica el latiguillo mordaz, el reproche altisonante por minucias o el chinarse al programar -¡bazar!, ¡chiringuito!-, lo que a menudo brinda el desahogarse en bronca sonora (Manolo, no te prives, que en Sanlúcar no os conoce nadie)... y ese es siempre el camino más recto y veloz al broncón teatral que corona esas tensiones explosivas sacándose siempre a relucir viejos cargos, agravios indelebles, parientes indeseables, humillaciones o vergüenzas. Lo peor nunca muere. Y jamás prescribe. Al final, algunos casos se disparatan y llega el desmán o el crimen.

Peláez admira mucho en esto a la mujer por demostrar ahí su mayor potencia neuronal y exhibir en el acto la libreta que guarda en la entretela de su memoria y en la que va anotando disgustos, sucedidos y lo feo con precisión notarial y su fecha a no olvidar. Pero se admira aún más de que las largas  vacaciones  que impuso la pandemia encerrando en las casas el conflicto o el hastío -ya más de un año- no hayan hecho disparar la violencia de género, aunque parezcan desmentirlo los asesinatos de mujeres que vinieron en pelotón a la tele estos días; cree que más que la crisis, ahí influyó la calora ibérica que ya nos vino enervando al tarado y derritiéndole los sesos.

Otavito recordó que sociólogos y profetas anunciaron que el desbarate y la ruina que expande la pandemia harían dispararse los delitos contra la propiedad y la vida. Pero la crimininalidad urbana descendió en todo el mundo nada menos que un 37% (confines, quedas y controles ayudan). Y lo mismo el crimen machista: 45 asesinadas en España en 2020, la cifra más baja en 20 años; y algo más desciende hoy. Pero se explica: el crimen machista se dispara cuando ellas cortan y se largan, pero en confinamientos y crisis no pueden encontrar salidas y el maltratador sigue controlando; su crimen puede esperar.

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