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B. CABEZAS GONZÁLEZ-HALLER SOCIÓLOGO
León

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ES UNA constatación empírica: Una ola, intensa y virulenta, de actitudes, de conductas y de hechos -con todos los componentes del modelo fascista envuelta en el paradigma del neoliberalismo- atraviesa las estructuras e impregna a nuestra sociedad. El fascismo es una forma enfermiza de gobernar, que se ejemplariza en los discursos, en los hechos y la intención de la propaganda. Los fascistas -por eso lo son- construyen el discurso que envían a los ciudadanos sobre tergiversaciones, mentiras, conceptos falsarios de la realidad, abusos de eufemismos. Juegan con el lenguaje para confundir a una mayoría suficiente. De eso se trata. Aquí se hizo una transición, se paso de la dictadura franquista -que tenía todos los componentes del fascismo- a una democracia formal, en la cual, aunque parezca paradójico, funcionó la dialéctica parlamentaría con respeto a los principios democráticos y con bastante respeto a la libertad y neutralidad en los medios de comunicación. Había debates. A partir de las primeras elecciones, con el sentido común por delante -entre todos y especialmente el talante de los políticos de aquel momento-, se creó un clima que silenció y arrinconó a los fascistas reacios al cambio, entre ellos, como es sabido, estaba el joven Aznar, que se opuso a la Constitución -que ahora quiere para su partido-. Con todo el furor, porque, según él y su sucesor, es intocable. Conviene recordar que en aquel momento en Europa circulaba -con toda la energía- la cultura de la socialdemocracia, y esto obligó a los fascistas a quedar confinados. Conviene hacer esta observación: si, por ejemplo, un médico hace un diagnóstico y le dice al paciente tiene una enfermedad incurable y la tiene por su mala cabeza, lo acepta. Pero si un sociólogo hace un diagnóstico de lo que hay negativo en la realidad social producido por modelo de gobierno concreto, puede tener consecuencias. La verdad empírica en política es combatida por los voceros del Gobierno, que pueden ser otros sociólogos o periodistas o simples, que están en política para vivir bien a costa de los ciudadanos. (Ya conocen la consigna de Aznar: «hay que estar con los que cuentan»). Para entender que ha vuelto a reaparecer el fascismo, el mejor método es conocer los perfiles de las conductas de los tipos que determinan el fascismo como modelo, más o menos visible: son insensibles, tozudos, simplistas y obsesivos. Se manifiestan mediante la agresión y el rechazo a la diversidad; se pegan al poderoso; cuando alcanzan el poder, lo ajustan a sus psicopatologías y a sus intereses, y para su defensa crean la lógica del inmovilismo; cualquier cambio propuesto desde fuera es considerado como un atentado a la unidad de la patria y de su modelo de Estado. Con frecuencia recurren a la exaltación de símbolos, a los sentimientos primarios, al corporativismo, a las consignas y al honor de las fuerzas armadas y a las celebraciones patrióticas. La estrategia no es nueva, es vieja, burda y antidemocrática, consiste en utilizar los medios de comunicación para sembrar el miedo sobre las gentes de pocas luces (el régimen fascista se reproduce a base de cultivar la ignorancia, y recurre a ella para su defensa). Las simplezas en los argumentos y la repetición, constituyen el acervo teórico de todos sus discursos y de su propaganda. Por ejemplo, el PP, en la anterior campaña, se atrevió a decir que, si ganaban los socialistas, peligraban las pensiones (sí dice un político de primera fila esto en Suecia o Dinamarca, ya puede dedicarse a otra cosa. No se puede aceptar la mentira de un aspirante gobernar) y ahora está gastando miles de millones en propaganda partidista a costa del dinero de todos. La simplificación descriptiva de los hechos, la redundancia -los fascistas siempre repiten lo mismo-, el control o posesión de los medios de comunicación, la censura selectiva, la protección de las clase alta, las obsesión por descalificar al otro, constituyen el frente retórico de su lógica. Al que discrepa le declaran enemigo de la patria y un peligro para la humanidad. Aznar, hace unos días, decía: «Ya está bien de que algunos se levanten cada día con el único ejercicio de insultar a España». La oposición no critica a España, todo lo contrario, le critica a él, que quiere tapar los problemas que tenemos los ciudadanos, con su concepto de España ¿Él es España? Como estrategia de dominación utilizan la desinformación a los ciudadanos, para que pierdan la perspectiva de la realidad y no vean otra cosa. A través del control de los medios de comunicación, especialmente de los públicos, convierten, aunque no lo sean, en proezas sus actuaciones (ejemplo: subir 10 euros el salario mínimo ó 15 euros las pensiones de hambre son una subida). El objetivo de los fascistas no es construir una sociedad abierta y constructiva para todos sino cerrarla, jerarquizarla, mantener las diferencias de clases y disolverlas. Por ejemplo, tenemos un paro elevado y nos dicen que hacen falta emigrantes para trabajar. En esta España sólo una minoría puede tener éxito, en cada uno de los campos. Eso sí, los que llegan al éxito, marcan la distancia: cobran mucho dinero, adquieren mucho prestigio y, como consecuencia, eligen lo que es bueno. El cociente de inteligencia de los fascistas roza la media y, por eso su miedo a la libertad, a la pluralidad y a los cambios naturales que produce la dinámica de la sociedad. Si observamos las actuaciones de un fascista con poder, desde la perspectiva psicológica, se constata que entran en la tipología de los paranoicos narcisistas. La conducta del paranoico cosiste en atemorizar a los pertenecen en su grupo -a este miedo al jefe, en los partidos le llaman unidad- y exterminar los que mantienen posiciones distintas desde otros grupos. Cuando acceden al poder se contemplan -ante el espejo- como única unidad positiva, sólo ellos saben lo que hay que hacer y, cómo, en cada momento -esto nos suena mucho a los ciudadanos-. Se colocan siempre en posición de ataque -es lo que está haciendo Bush y sus aliados en todo el mundo y con toda la fuerza en Irak-, y es lo que ha hecho Aznar durante toda la legislatura. Sadam, que entra en esta tipología, mataba y encarcelaba a los que no aceptaban su régimen -recuérdese: con la bendición del Gobierno conservador de la Casa Blanca-, y ahora lo hace Bush ¿Cual es la diferencia entre Bush y Sadam?. Desde los ultraconservadores de la Casa Blanca, se lidera ahora el neofascismo envuelto en la globalización. Desde hace algún tiempo, es frecuente oír voces cómo, ¿a dónde están los intelectuales críticos de este país? La respuesta es: a unos los ha absorbido el poder, les paga bien, con dinero que se debería destinar, por ejemplo, a camas en hospitales, y las que quedan se les cierran los canales de comunicación de masas. El cultivo de los valores del fascismo en España ha sido fácil, porque un 30% de la población aún tenemos esa doctrina y esa religión grabada en el cuerpo, y otra gran parte, mediante catálisis y control de los contenidos de la educación y de los medios de comunicación, especialmente de los respectivos programas de la televisión basura, pues han terminado asumiendo esa lógica. Hay una variante en el neofascismo, respecto al fascismo clásico, se ha cambiado la represión del cuerpo y de la palabra, por sexo, alcohol y droga, a destajo. Es la forma perfecta de conseguir que la juventud ,que está en eso, no piense en las causas que producen el trabajo basura, el precio de la vivienda, de la alimentación y, en general, el dominio del poder del dinero sobre todos los valores.

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