Diario de León

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Ha fallecido Astrid Rodríguez. En todo lo referente a los afectos, no por sabidos hemos de dejar de proclamarlos. Vais a permitirme, Adrián y Clara, que os diga algo acerca de vuestra madre, aunque ya lo sepáis. Fue una excelente periodista y una persona maravillosa. Entre otros méritos, llevó el periodismo de sucesos al territorio de los tribunales y lo alejó del mero morbo. La conocí en la vieja redacción de Lucas de Tuy, donde tantas amistades se forjaron y en la que vuestros padres sellaron su gran pacto de amor. Ambos han sido ejemplos de conducta, personal y profesional. Vuestra madre era dulce y muy inteligente, emanaba serenidad. Ya he rememorado aquí una anécdota suya: cuando este periódico la pagó su primer sueldo, perdió en la calle el sobre con el dinero. Y durante las fiestas de San Juan y San Pedro. Lo conté al día siguiente en una columna… la leyó la persona que lo encontró —la secretaria de José María Suárez— y se lo devolvió. Pues bien, cuando lo perdió no recuerdo haberla visto llorar o maldecir. Reaccionó como si estuviese más cerca del nirvana que los demás. Sin duda, una de las personas más queridas y valoradas en este oficio, tanto en las redacciones como en los gabinetes de prensa. Un regalo de luz para mi grupo generacional. En esa vieja redacción éramos jóvenes y alegres, Astrid lo siguió siendo y así permanecerá en nuestra memoria, pues no todo puede destruirlo el dolor o la muerte. Qué suerte la mía por haber compartido con vuestros padres aquel tiempo de aprendizaje, periodístico y vital.

Ahora permitidme que os diga también algo acerca de vuestro padre, Ángel Santiago Ramos, al que muchos aún llamamos Papelines. Todo corazón, detrás de su fuerte personalidad. Brillante pluma estilete. Duro y tierno, con un sentido del humor que —seguro— le ayudó a enamorar a vuestra madre. Un gran tipo, al que quiero mucho pese a vernos muy poco.

El mejor legado de unos padres es el de su amor en la salud y en la enfermedad. Vosotros, Clara y Adrián, sois ricos por esta herencia. Buena gente por vuestros propios méritos, pero también por ser hijos de Astrid y de Ángel. Pero todo esto ya lo sabéis, simplemente, hoy escribo con tristeza y necesitaba volver a proclamarlo.

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