Diario de León

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A gosto es enero con sandalias y sin calcetines, el primer mes del invierno, treinta noches y un día, para saber que el punto de partida empieza en cuesta, y que las tardes pesan más que las madrugadas vacías, con el eco de las estrellas que alejan el calor y ese tono vacacional que hacía pensar más en el placer que en la muerte. Un momento de agosto desengaña a los dotados con un órgano sexual y un cerebro de que no hay sangre suficiente para alimentar a los dos, y devuelve la vida ordenada de la gente gris, embutida en su traje gris, sobre fondo gris, y renglones grises. Un periódico de aquí al lado dedica algunas propuestas editoriales que sazonan el periodismo estival con relatos de amor incombustible, justo en el tiempo que más contribuye a engordar la lista de espera del registro civil, para deshacer ante los ojos del papel oficial lo que era indestructible para los ojos de dios, cuando menos para los del hombre cegado. Se conocieron una noche de agosto mientras la orquesta afinaba el Cartagenera, morena, uno, dos, uno, dos, sí, y otros acordes de esa música compuesta para desnudar las pasiones en medio de las plazas que, entre las Nieves y San Juan Degollado, se hacen cubiertas del Titanic en busca de un iceberg al que clavarle la quilla como se hincan las estacas en mitad de los corazones tendidos al sol. Y después, que se hunda lo que tenga que irse a pique, pero que quiten lo bailado al paso de la lechera en aquel papel impagable de poner un punto de realidad al final del cuento, tarea que ahora asumen con disposición de juez de paz los generadores de Froilán, luego de haber echado gasolina al fuego. Noches iluminadas en el resto de los días sin final; que fueron resto hasta que agosto quiso, y lo que agosto da, agosto quita, y hay una bruma que apaga la lumbre de la zarza que ardía y daba pie al resplandor de la rosca de luz que seguía el paso de la verbena. Agosto le quita la tulipa a la lámpara que frotó León con la fruición del que se cree que el genio va a arreglar el desfase entre el ansia y la necesidad, el hambre y las ganas de comer, el principio de una historia de euforia que se empieza a escribir para fardar con los amigotes y termina por no llegar al querido diario que se guarda para los nietos. Agosto es un fue bonito mientras duró; lo mejor que le puede pasar a León mientras se vacía de coches que huyen con ataúdes encima.

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