Diario de León

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El reputado científico checo-canadiense Vaclav Smil lo ve demasiado claro para que podamos verlo algo oscuro:  En cinco años habrá escasez de agua y de alimentos .

Eso es pasadomañana por la mañana, así que la  previsión  debería urgir a la  provisión  porque ese inmediato horizonte decreta aprovisionar, preñar despensas, silos, aljibes, bodegas... paso al conservar... y a volver inmediatamente a producir aquí lo que ya no nos llegue de allá; no queda otra; la globalización, como todo globo, también puede pinchar y desinflarse, como ya lo estamos viendo cuando los virus se desatan, cuando se atan a modo las sacas de la ganancia del amo de la energía y cuando las mercancías no circulan.

Y así, por la tremenda, las cosas ya no rulan igual. Pues habrá que ingeniárselas. Y no hay tiempo que perder, que a la fuerza ahorcan y al cambio obligan. Hay que producir de nuevo (más vale hacer que comprar), aunque no necesariamente cultivando aquí (misión imposible) los arándanos que nos llegan de Chile, las uvas sudafricanas, kiwis neozelandeses o anacardos vietnamitas, facturado todo en aviones que atufan el cielo pudriendo el aire que respiramos; ¿acaso son tan necesarios esos frutos donde tenemos a santa cerecita del Niño Jesús, manzanitas de asar, peritas en dulce, castañas confitadas, endrinos, gigosas, moras y hasta zarangüénganos?... ¿y acaso la carne que nos llega de Australia podría soñar con los riquísimos pastos de altura que aquí abandonamos?... A la escasez, autarquía, insiste Peláez, y así el producto del país, lo cercano, volverá a tener sentido y los sabores estacionales regresarán a su calendario de gozos (por Pascua, lechal; y en junio, albaricoques). Y recordad que sin alimentos una persona aguanta 40 días, pero sin agua solo 5, de modo que haced aljibes, apresar el don de las nubes es vuestra primera urgencia. Y a carburar ya. Pero si manda la escasez y hay que alimentarse con lo de aquí, sólo veo maíz y choperas en vuestros regadíos... así que comiendo mazorca y royendo estaca acabaréis poniendo huevos; eso sí, de yema amarilla.

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