Diario de León

José María Fidalgo Velilla | Ex Secretario General de CC OO y presidente del Foro Negocia del IE Business School

Una provincia que querer y construir

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Me invita el DIARIO DE LEÓN a escribir unas líneas, como leonés, en el año de la celebración de sus 115 años de existencia. 115 años deben dar para mucho. Ha corrido mucha agua y no siempre limpia bajo este puente. Pero el puente sigue en pie.

¿Por qué se me invita a contribuir con estas líneas a esta efeméride? Supongo que porque soy leonés y conocido. Debo hablar por lo tanto de las raíces, del tronco y de las ramas. Y para esto dar fe de que se me invita precisamente porque me fui de León. Me fui a Valladolid a cursar medicina porque en León no había ninguna de posibilidad de estudiar lo que me apetecía. Si no hubiera tomado esa decisión, me hubiera quedado en León para estudiar veterinaria o ingeniería técnica de minas, no estaría escribiendo esta tribuna. No está escrito en ninguna parte cómo va a ser la vida de uno ni de su comunidad. Cuando llegué a Valladolid, mis padres me instalaron en un colegio mayor, me encontré con compañeros y compañeras asturianos, cántabros, vascos, burgaleses, palentinos e, incluso, algún madrileño rebotado. Aprendí bastante sobre comidas que yo nunca había probado, sobre expresiones verbales que nunca había oído, sobre costumbres e indumentarias que nunca había visto. Y había un denominador común: todos y todas decían qué bonita es mi tierra y qué feo es esto. Yo únicamente había salido de León unas temporadas en mi infancia cuando mis padres me llevaban a bañarme a Gijón.

De León —y su provincia— me gusta casi todo, y más cuanto menos lo frecuento. Me gusta la Catedral, me gusta el Panteón de los Reyes de San Isidoro, me gusta la muralla, me gusta la fachada plateresca de San Marcos, me gusta el puente de San Marcos sobre el río Bernesga… Me gusta la montaña, para mi la más frecuentada ha sido la Montaña Central y, por eso, la ruta desde Camposagrado, la Hoja, el Cillerón, Otero de las Dueñas, mi pueblo de adopción, La Magdalena, Luna y Babia (me gusta más ir a Babia por la carretera de Luna aunque reconozco que por la carretera de Omaña hay un recorrido maravilloso). También me gusta la Montaña Oriental: Posada de Valdeón, la Garganta del Cares, etcétera.

Pero, con los años y desde Madrid, mi espacio imaginario preferido termina en Huergas de Babia, donde resido por gentileza de mis amigos muchos veranos y algunas navidades. Las cenizas de mi mujer están esparcidas en Peña Ubiña, la laguna de las Verdes y una tercera parte en el Valle del Silencio, en el monasterio de San Pedro de Montes. Este es mi carnet de leonés en la actualidad. Soy amigo y vecino de Luis Mateo Díez, lector empedernido de toda su obra. Leonés donde los haya aunque naciese en Villablino, Luis Mateo y yo conocimos a Cribas, que contaba historias cuando venía nadie sabe de dónde con un saco y pasaba por los pueblos.

De mis amigos de Babia puedo decir que son la gente más extraordinaria, maravillosa, generosa e inteligente y, más como grupo, que he tenido la suerte de conocer. No voy a nombrarlos a todos pero voy a citar a Belén Costela y a su hijo Rodrigo, que recordarán los frisuelos con chocolate servidos en la fonda de San Emiliano.

Las conversaciones son útiles para seguir queriéndose, pero los hechos demuestran que son los más arriesgados, ilusionados y menos llorones los que nos salvarán

¿De qué hablamos cuando nos juntamos en verano? Se habla de cómo vive la gente vieja allí en los inviernos y las carencias fundamentales en servicios públicos de proximidad y las reflexiones terminan casi siempre con un «¿por qué no?» ¿Por qué no viene gente a trabajar aquí instalando un servicio a domicilio de cátering, de acompañamiento de los abuelos al centro de salud de San Emiliano o de Cabrillanes? ¿Por qué no…? En estas conversaciones, suelo ser el más pesimista. Pero he visto que una familia de rumanos instalados en Huergas de Babia que sabían construir y arreglar las casas. Y es que no solo se han arraigado e integrado, sino que están construyendo su propia casa enfrente del Moriscal.

Si hiciéramos una auditoría para construir el arsenal para un futuro de León haría el siguiente dibujo: el turismo es hermoso porque tenemos mucha riqueza cultural. Ahora ya tenemos una universidad magnífica, donde se establece relación con el empleo de calidad y generador de valor añadido. Tenemos instalada en León una empresa pública de alta tecnología y oportuna (Incibe) y tenemos, como aparecido por casualidad, algún vivero de industrias. Sólo cito uno: desde que Juan Roig instaló en Villadangos del Páramo su centro logístico alrededor se ha creado un polígono industrial que, en este momento, da más empleo que el que nadie podía imaginarse. Allí hay hasta una fábrica de aluminio, dirigida por un babiano (Latem). Las conversaciones son útiles para conocerse y seguir queriéndose, pero los hechos demuestran que son los más arriesgados, ilusionados y menos llorones los que nos salvarán.

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