Diario de León

Adiós al diseñador del prêt-à-porter

Pierre Cardin, que renovó el mundo de la moda en el París de la posguerra con sus diseños innovadores y futuristas, falleció ayer en París a los 98 años de edad

El diseñador Pierre Cardin posa con dos modelos en la puerta de Brandeburgo en Berlín en 2008. JENS KALAENE

El diseñador Pierre Cardin posa con dos modelos en la puerta de Brandeburgo en Berlín en 2008. JENS KALAENE

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Pierre Cardin falleció, a los 98 años, en el hospital estadounidense de Neuilly, a las afueras de la capital francesa. Cardin, hombre de negocios que creó un emporio con su nombre, participó con André Courrèges y Paco Rabanne en la renovación de la alta costura francesa en el periodo de posguerra y encadenó a lo largo de su trayectoria las creaciones futuristas.

El estilista irrumpió en el olimpo de la moda parisina en los años 50 para levantar un emporio del lujo que le llevó a asimilar alta costura al universo academicista de las bellas artes. «He tenido la suerte de hacer lo que he querido sin haber necesitado banqueros o autoridad. He sido un hombre libre desde los 20 años», decía de sí mismo el modisto, fallecido este martes a los 98 años de edad en las afueras de París.

Cardin nació en 1922 en la localidad italiana de Sant’Andrea di Barbarana, en el seno de una familia de agricultores que emigró a Francia huyendo del fascismo, y llegó a convertirse en uno de los «franceses» más influyentes del mundo en los años ochenta. Aprendió junto a grandes creadores parisinos, se emancipó para lanzar en 1950 su marca de visión futurista y con ese exitoso emporio revolucionó la moda con siluetas abstractas de formas esculturales.

«Mi gran rasgo de genialidad fue el prêt-à-porter cuando no había más que alta costura, que siempre hace perder dinero. Me dijeron que no duraría dos años, pero creí en mi idea. Me han criticado y me han imitado», recordaba el también propietario del célebre restaurante parisino Maxim’s, siempre orgulloso de presentarse como un hombre hecho a sí mismo.

Todavía con 90 años, y en perfecta forma mental, presumía de poseer una veintena de perfumes, editoriales, teatros, un hotel, decoración, pintalabios, bolígrafos, gafas, mecheros, restaurantes, edificios... y un solo arrepentimiento: no haberse percatado del tirón de los pantalones vaqueros, las zapatillas deportivas y los relojes fantasiosos. Para recuperar los primeros pasos del modisto franco-italiano hay que trasladarse al París liberado tras la Segunda Guerra Mundial, donde llegó con 23 años con el sueño de convertirse en actor o bailarín, pero se decantó por las agujas y trabajó para costureros como Jeanne Paquin y Elsa Schiaparelli.

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