Diario de León

LA BATA DE COLA, CANALLA Y SUBLIME

Entre la transgresión y la tradición. Un viaje de dos siglos de los cafés cantantes y tablaos a los más nobles escenarios. La han lucido camareras, mujeres de mal vivir, pioneras del cante, estrellas del flamenco y aristócratas. La subieron a los altares de la cultura popular las gitanas del siglo XIX, ahora es patrimonio tradicional

NEIL HALL

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León

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De los cafés cantante más canallas y sórdidos a los escenarios flamencos más nobles. Este es el viaje de la bata de cola, una colorista e icónica prenda flamenca con mucho duende y casi dos siglos de historia.

Fueron las gitanas quienes, a mediados del siglo XIX, imitando los vestidos con corsé, polisón y ‘pecho de palomo’ de las damas que aparecían en las revistas ilustradas, crearon la popular bata de cola. Pronto se coló y revoleó en los cafés cantantes, donde la lucieron camareras, mujeres de mal vivir y pioneras del cante como Rosario Monje ‘La Mejorana’, Magdalena Seda ‘La Malena’, o Juana Vargas ‘La Macarrona’. La lucieron con sus peinetas, abanicos, mantones de Manila y zapatos tachonados para el taconeo en los tablaos y garitos a los que acudían los señoritos. Bien entrado el siglo XX, bailaoras como Pastora Imperio, Antonia Mercé, La Argentinita, Carmen Amaya, —con tres metros de colín— o Pilar López adoptaron la bata de cola, reconocida hoy como emblema del flamenco.

«Para confeccionar una se necesitan de 35 a 50 metros de tejidos como seda, organdí y algodón. Con un patrón de más de 300 piezas, exige un mínimo de 40 horas de trabajo y el resultado final pesa entre diez y veinte kilos, con una cola entre un metro y un metro y medio», explica Marina Pérez Enríquez, de ‘Marina Flamenca’.

Las batas más populares, como las que se lucen en las ferias de Sevilla o Málaga, pueden costar de 300 a 500 euros. Los sofisticados modelos que lucieron en los mejores escenarios y platós divas flamencas como Lola Flores, Rocío Jurado o la Pantoja, pueden superar los 30.000, según explica Ángela López Martín, historiadora del arte, para quién la bata de cola es «un estilo de vida».

A los orígenes de la prenda se suman ahora los últimos diseños de creadores como Justo Salao y las hijas de la fallecida Lina Moreno, Mila y Rocío, «las ‘number one’ del oficio», según López Martín. Ellos cosieron ‘superbatas’ para las grandes del género, como Marifé de Triana, Juanita Reina, Rocío Jurado, Carmen Sevilla, Lola Flores o Isabel Pantoja.

«La bata de cola tiene medida, compás, estilo, sobriedad, alegría, tristeza... todo lo dice la cola cuando se domina. Puede ser lo más delicado del mundo, de lo contrario se vuelve una maleducada. Por ello hay que conocer sus secretos para moverla y coserla», escribe Matilde Coral, bailaora, coreógrafa y autora del ‘Tratado de la bata de cola’ y conocida como la ‘Isabel la Católica de la bata de cola’ por su empeño en «reconquistarla».

«Buque insignia de la indumentaria tradicional andaluza, la bata de cola es un icono atemporal que se mueve a paso seguro entre la tradición y la transgresión», explica la historiadora Ángela López Martín. «Tiene vida propia y ha traspasado las fronteras de la pureza del flamenco en los viejos cafés cantantes, mutando, transformada en elemento que engalanó a los grandes de la canción española en inmenso auditorios y teatros, elevándolas a los altares de la cultura popular a través de la cadencia de sus movimientos», concluye López Martín.

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