cartas al director
c José-L. Herrero escribe sobre ‘Los políticos que daban lecciones’: «Asistimos a una constante trifulca política, embarrada y agitada por los forofos de turno y por los medios de comunicación, convertidos en altavoces de los suyos.
Hablando de ellos, Pablo Echenique, actuando como portavoz de su partido Podemxs, acusó falsamente de violador a un muerto, quien había sido exonerado por la justicia de esa acusación y asesinado con la colaboración de una candidata ‘morada’. Ahora, el difamador, maestro de la ignominia y el señalamiento, ha sido condenado.
Además, ya tenía otra condena por contratar a una asistenta irregularmente y por estafar a la Seguridad Social, que somos todos. Su suma de condenas debería suponer, si es mínimamente coherente con lo que predica y exige a los demás, su dimisión o su destitución por el partido, según su código ético —reformado para evitarles a sus dirigentes tener que hacerlo por mera investigación (imputación)—.
Por su parte, la ministra Celaa, que presenta la enésima reforma educativa sin consenso pero con mucha ideología, consideró apto para sus propias hijas el modelo concertado (asistieron a un conocido colegio de inspiración religiosa) que ahora cree inapropiado para los demás.
Además, vive en un conocido palacete en Neguri, el barrio creado para la oligarquía financiera e industrial vizcaína que los demás ‘mortales’ no pueden permitirse.
¿Simples contradicciones o cinismo e hipocresía de ciertos políticos ‘del pueblo’?».
c Pedro García pide ‘La memoria de las víctimas de ETA’: «La memoria de las víctimas de ETA es una prioridad para alcanzar una convivencia en justicia y libertad. Procedente de San Sebastián, en donde ha tenido un notable éxito de visitas, se ha inaugurado en la sede de Cibeles del Ayuntamiento de Madrid una exposición sobre la memoria de Gregorio Ordóñez, dirigente del Partido Popular en San Sebastián, asesinado por la banda terrorista el 23 de enero de 1995.
La muerte de Gregorio Ordóñez formaba parte de un salto cualitativo en la estrategia de ETA que en su día se denominó la ‘socialización del sufrimiento’. Consistía en extender los atentados a políticos, intelectuales y líderes sociales. Estrategia que tuvo como reacción que la sociedad vasca más sana rompiera su silencio y se comenzara a movilizar contra ETA».
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