Diario de León

EL CHEF QUE SE GANÓ LA ADMIRACIÓN DE OBAMA

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No se sabe qué es más difícil, si triunfar en EE UU o ser profeta en su tierra, pero con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia, el chef asturiano José Andrés puede decir que ha logrado las dos cosas. El galardón reconoce la encomiable labor realizada desde su ONG, World Central Kitchen (WCK), creada tras el terremoto que arrasó Haití en 2010 para servir comidas en lugares afectados por la escasez de alimentos derivada de catástrofes naturales.

Esta organización humanitaria se ha mantenido en la brecha, sin flaquear, durante todos estos años, con actuaciones también en varias ciudades de España durante la pandemia, donde siguió su filosofía de seguir alimentando a los que más lo necesitan cuando más lo necesitan.

La noticia del premio la recibió el chef con la mayor humildad posible: «Esto no es un reconocimiento a mi trabajo, sino a toda la gente de World Central Kitchen que ha estado en mitad de la pandemia dando más de sesenta millones de comidas». Y añadió que también es para «todas esas personas, sobre todo las mujeres, que son las que alimentan a la humanidad».

Con el Princesa de Asturias de la Concordia, al que optaban 35 candidaturas de 16 nacionalidades, la figura del asturiano alcanza un nuevo nivel, mucho más allá del reconocimiento gastronómico. Con el despliegue mundial de WCK sirviendo comidas allí donde se necesitan, el jurado reconoce la capacidad de José Andrés para poner en pie una organización que ofrece una respuesta «rápida y eficaz sobre el terreno para atender situaciones de emergencia alimentaria y social».

Su lucha contra el hambre y la pobreza, a través de la mejora de la salud, la educación, la formación y el emprendimiento social, ha quedado especialmente patente en los últimos años. En 2017, WCK entregó treinta mil comidas a los bomberos que trabajaron para extinguir los incendios de la costa californiana, dio cien mil raciones a los afectados por el huracán Harvey en Houston y, tras el María, en Puerto Rico, organizó veintidós cocinas y movilizó a 18.000 voluntarios para servir más de tres millones de comidas. Después llegaron más crisis en EE UU, en Venezuela, en Bahamas.

Y, entonces, apareció el virus. Durante la pandemia de la covid, desarrolló una campaña de ayuda que ha servido más de 36 millones de comidas en 400 ciudades solo de EE UU y se ha extendido a varios países del mundo, incluido España, donde bajo el lema #ChefsforSpain, se alió con restaurantes y otras organizaciones para proporcionar hasta cuarenta mil comidas diarias. Durante el último año, también ha estado presente repartiendo comida en la dura frontera de México y EE UU.

«Vais a ver mucho más»

«Cubrimos unas funciones puntuales en emergencias, pero vais a ver mucho más de World Central Kitchen en los años venideros», prometió al conocer su premio. La primera década de la organización ha sido solo «un aprendizaje» que le ha puesto en las pantallas de televisión y en las cocinas sociales del planeta.

Desde sus locales de Washington, que ha expandido a Nueva York, Las Vegas, Miami y Los Ángeles, el chef que se forjó en El Bulli con Ferran Adrià ‘entrena’ periódicamente a los restaurantes de EE UU para responder «a emergencias cada vez más grandes», siempre al unísono y bajo su batuta. Este quijote español no sólo batalla contra tragedias naturales, sino que no tiene miedo de enfrentarse contra las que fabrica el hombre, incluso cuando se trata de algunos tan poderosos como Donald Trump. Cuando le oyó llamar a los mexicanos «delincuentes, traficantes y violadores» durante el anuncio de su primera campaña electoral, decidió de inmediato que no podía tenerle como socio en el restaurante del Hotel Trump International que el magnate estaba ultimando en Washington. Rompió el contrato y aguantó la tormenta legal con la que contraatacó el magnate luego convertido en presidente. Por aquellos años acompañó a Hillary Clinton en los mítines y alimentó gratis a los empleados federales que se quedaron sin sueldo cuando Trump cerró el gobierno por un órdago presupuestario con el Congreso.

Cuatro años después le ha sobrevivido y ha ganado la batalla con su tesón. Trump ha desaparecido de Washington, mientras que él sigue ganando reconocimientos por el mundo. «El aprendizaje nos va a llevar a ver cómo cada vez mesas más largas y muros más bajos pueden llevar a hacernos soñar que un día el hambre puede ser una cosa del pasado», se ilusiona. Su sueño es pasar de las ayudas puntuales en grandes emergencias a «estar siempre ahí, dispuestos a ayudar a los olvidados y a los que más lo necesitan». «El futuro de las naciones va a depender de cómo estas se alimenten», suele decir.

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