Diario de León

El escritor titánico y febril

l Un volumen reúne por primera vez los cuentos de Thomas Wolfe

Sello de correos con el rostro de Thomas Wolfe

Sello de correos con el rostro de Thomas Wolfe

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León

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miguel lorenci

Para Faulkner fue el mejor escritor de su tiempo. Titánico es un adjetivo apropiado para describir a Thomas Wolfe (1900-1938), según Amelia Pérez de Villar, traductora también titánica de los textos cortos del torrencial narrador estadounidense, reunidos por primera vez en un solo volumen en español. Cuentos (Páginas de Espuma) incluye las novelas cortas y los relatos que abordan la forja del mito americano, del ferrocarril y la colonización del oeste a los rascacielos y la efervescencia de Nueva York. Constituye, además, una suerte de autobiografía del legendario y febril narrador fallecido con solo 37 años, pero autor de una desbordante obra.

La azarosa vida de Wolfe y su crucial relación con su editor Maxwell Perkins —también de Francis Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway— se reflejó en ‘El editor de libros’ (2016), la película que Michael Grandage dirigió con Jude Law como Wolfe y Colin Firth en el papel de Perkins. Refleja la personalidad «única, conflictiva y adictiva» de Wolfe, según Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma que le tiene por el escritor «más químicamente puro que ha dado la literatura estadounidense».

En sus casi mil páginas, Cuentos incluye 43 textos nunca antes traducidos al español entre los 58 relatos y novelas cortas ordenados cronológicamente. El primero, Un ángel en el porche, se publicó en 1929, y el último, La carta española, en 1987. «Las narraciones cortas de Wolfe son el ensayo continuo de un escritor siempre insatisfecho con su obra», apunta Amelia Pérez, para quien sus relatos «son pura experimentación».

«Leído al completo —como hace un traductor— Wolfe es incomparable e inclasificable, y sus cuentos reunidos constituyen un corpus titánico que contiene un universo titánico». «Es inabarcable, infinito, puro, virgen, salvaje y extraordinariamente personal», asegura la también traductora de Henry James o Harold Bloom.

Errante Sureño de Asheville, Carolina del Norte, Wolfe procedía de esa América rural y vacía que conectó el ferrocarril facilitando el nacimiento de metrópolis en las orillas del Atlántico y del Pacífico. Su visión de Nueva York como una ciudad en construcción aparece en estos relatos. Expresa en algunos el sentir de un chaval criado en el campo ante el progreso y el ruidoso frenesí neoyorquino, los andamios que se le antojaban acantilados, la muchedumbre, y el tráfico ya endiablado.

«El gran valor de este volumen es que representa la creación de América, del mito americano, de ese país de acogida donde también había gente marginada por los recién llegados, donde la gente se abría paso a codazos, a cuchillazos», apunta su traductora. «Sé que uno no puede regresar a casa», resumió ese sentimiento el propio Wolfe que, tras dejar atrás muchas cosas, se pensaba como un ser «desarraigado y errante». También reflejan los cuentos su relación con el mundillo literario de la época y sus estancias en Europa. En Inglaterra, Francia o Alemania, donde asistió al ascenso del nazismo. «Pasó Hitler despacio, en un coche reluciente: estirado, inmóvil, serio, con la mano alzada y la palma extendida, no con el saludo nazi, sino en un gesto como el que haría Buda o el Mesías: un gesto de bendición», escribe Wolfe en La carta española.

Éxito temprano

Nacido el 3 de octubre de 1900, fue el más joven de los ocho hijos de William Oliver Wolfe y Julia Elizabeth Westall. Estudió en las universidades de Carolina del Norte y de Harvard y fue profesor de inglés en la de Nueva York entre 1924 y 1930. El éxito de su primera novela, la autobiográfica y magistral El ángel que nos mira (1929), influenciada por Sinclair Lewis y un James Joyce al que cuestionaba, le permitió dedicarse por entero a la literatura. Sumó sin desmayo títulos como Del tiempo y del río (1935) y No se vuelve a casa (1940) —con la búsqueda de valores por parte de un joven como tema central— la colección de relatos De la muerte a la mañana (1935), e Historia de una novela (1936), Las montañas de más allá (1941), Diario occidental (1951) y Escribir y morir (1964).

De talento tan genuino como desbordante, Faulkner le señaló como el mejor autor de su generación, y el lirismo de su prosa se ha comparado con la poesía del Walt Whitman. La enorme popularidad de Wolfe decayó tras la II Guerra Mundial, pero fue una clara influencia para la Beat Generation. Una neumonía asociada a una tuberculosis cerebral segó su vida en Baltimore el 15 de septiembre de 1938. Apenas se había publicado una parte de su inmensa obra.

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