Diario de León

Faltan mujeres, sobran burócratas

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En España hay 285.567 mujeres que viven «del rural» y exigen apoyos reales y menos burocracia para crear y mantener sus negocios.

Según la última Encuesta de Explotaciones Agrarias, con datos a 2017, la cifra de mujeres titulares o jefas de explotación agraria ha crecido un 2,5 % en una década; pero aún son pocas las jóvenes y menores de 30 años: las mayores de 65 años son más de un tercio en todas las comunidades autónomas. COAG y su organización de mujeres rurales Ceres, por ejemplo, trabajan en un estudio estratégico sobre esta realidad, en la que las mujeres desarrollan su trabajo desde la conciencia de su dureza y desde el «enganche» del amor por las tradiciones, la tierra y los animales.

Cooperativas ha puesto el foco en el papel de la mujer en la despoblación y la Política Agraria Común (PAC); Asaja reclama la visibilidad del trabajo femenino en el territorio y UPA ha reunido a más de 500 mujeres hoy en Madrid para plantar un futuro sostenible en el medio rural.

Las emprendedoras reconocen el impulso desde las administraciones, pero reclaman una atención real y menos burocracia para no ahogar a las que se suman al trabajo en la cadena alimentaria.

Es el caso de Remedios Sánchez: ingeniera técnica en topografía, después de volver de Polonia de estudiar su Erasmus regresa a su pueblo (Estepa, Sevilla) para tomarse un respiro y empezó a ayudar a su padre en su explotación y a «jugar» con las quince cabras que este tenía.

Y al final se quedó con el negocio, al que oficialmente se incorporó desde 2013 y que ya es una explotación de medio millar de cabras, que ella cuida y ordeña; un cambio de vida «muy radical y por puro amor a los animales». No oculta que se trata de una profesión «muy dura», sin días de descanso y con problemas de rentabilidad por el precio que recibe por su leche. En materia económica, agradece la ayuda a la «incorporación», pese a que la recibió tres años después, y aunque no tiene «mucha queja» sigue teniendo que hacer frente a los «tópicos» del «mundillo» del campo, bastante masculinizado, lo que le obliga a «tener que demostrar mucho más que un hombre para que valoren y respeten» su trabajo.

Ana Leonor Abad es administrativa de profesión, pero ahora gestiona 350 colmenas en Castilla-La Mancha, tiene 39 años y se incorporó a esta actividad sin apoyos familiares previos, comprando «desde el primer cuchillo». De su experiencia -«muy dura»-, destaca que su trabajo es muy bonito, pero que depende de muchos factores externos como el clima, las enfermedades de las abejas o la muerte de las colmenas. Denuncia que la apicultura es «un sector que no se cuida nada», pese a la importancia de su supervivencia, y en materia de igualdad lamenta que en el campo persiste una «mentalidad muy machista», que obliga «a demostrar siempre que realmente entiendes».

María Paéz tiene 44 años, es ingeniera forestal y ganadera de vacuno en Viana Do Bolo (Orense), donde gestiona una explotación de 35 vacas; después de estudiar, volvió al pueblo y se decidió a quedarse con este «negocio». A pesar de la burocracia, los compromisos que exigen las ayudas a la incorporación y los precios por sus terneros, -el mismo que recibía su abuelo-, ella «no sería capaz de estar sin vacas». Pero, insiste, hay que empezar «a mimar y mantener el rural contando con las mujeres, las que se quedan o las que han vuelto».

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