Diario de León

FOTÓGRAFOS LEONESES: RODADAS DE LA MIRADA

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La fotografía ha sido considerada, durante mucho tiempo, como «arte menor» dentro del elenco de manifestaciones creativas del ser humano y a pesar de disponer de gran aceptación y ejecución popular. Por otra parte, no se discute su valor documental y antropológico, representativo e ilustrador, así como su potencial para de continuo hacernos presente un pasado, para habilitar referencias, motivar recuerdos y también añoranzas e incluso nostalgias. La fotografía queda como residuo o fósil, como parte viva que representa un relato ya ausente que se presencia cada vez que se mira; es «una ausencia que se hace presencia», afirma Amando Casado.

Ciertamente en los últimos años ya se atiende a su valor por la cuantiosa información socio-antropológica que aporta y también, ¡ya era hora!, por su fortaleza expresiva, por la fuerza creativa que explicita quien ejecuta, por la portación de contenidos a un texto escrito a la vez que alivia su densidad y, finalmente, por su carácter evocador, toda vez que obliga a recordar, a pasar varias veces por el corazón de acuerdo con la etimología de «re-cor-dar». La manipulación de una cámara u otros medios, de acuerdo con las disponibilidades que ofrece la industria, no es compleja, pero detectar un instante, la carga expresiva de la naturaleza y sobre todo del ser humano, en concreto su rostro, es tarea creativa, de arte «humano». Refiero humano adrede por su proximidad a la pintura. Los griegos, paradigma de pueblo creativo, asignaban divinidades protectoras a cada manifestación artística, pero a la pintura la dejaron huérfana de esta presencia; quizá, eran sabedores que era la más humana de las artes.

La cultura católica, dominante en nuestra Península, no ha ejercido la iconoclastia al modo de la protestante -dentro del cristianismo- y se aleja de la musulmana. La protestante y, sobre todo, la musulmana ha ejercido bien el pudor para manifestarse e incluso la exclusión o condena en el caso de la segunda. En la cultura católica, por el contrario, existe no inconveniente para reproducir a través de la pintura o la imaginería las representaciones sagradas, tampoco las humanas.

En los últimos siglos, con la popularización de las cámaras fotográficas y otros soportes, la fotografía se convierte en testigo de todo acontecimiento y las fotos se convierten en evidencia documental de los aconteceres humanos. Fotografiamos todo. Fijamos las situaciones y momento singulares personales o sociales. Los preservamos. Desde el nacimiento hasta la muerte, desde el orto al ocaso vitales, se formaliza un relato foto-biográfico que da cuenta que cada ciclo vital. La la fotografía se convierte en justificante de «los ritos de paso» de cada cual, en testimonio de vidas. En cualquier calle de la gran ciudad o en pueblos señalados de una comarca existía un fotógrafo o profesional dispuesto a fijar el momento y a satisfacer demandas.

En numerosas ocasiones he señalado el potencial y riqueza de la fotografía hispana, con frecuencia no suficientemente valorada, si bien en los últimos años la atención y consideración de su calidad -con frecuencia llegadas desde fuera- han señalado la fortaleza de la creación fotográfica hispana. Basta acudir a nuestros archivos nacionales, por ejemplo, al Archivo General de la Administración (AGA) o al Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH) y advertir la asistencia de millones de fotos cargadas de contenidos y calidad artística. Sería prolijo enumerar los numerosos fotógrafos hispanos que ha logrado respeto internacional en este arte. En el caso de León, una vez más ha de señalarse el potencial creativo de los leoneses, en este caso de los fotógrafos. Una singularidad más que ha de revelarse y propalar y, sobre todo, cuidar, proteger y difundir. Durante mi responsabilidad como Director General del Libro, Archivos y Bibliotecas procuré recuperar, recoger e, incluso, salvar numerosos fondos documentales; en este caso, los archivos fotográficos de grandes fotógrafos leoneses: Bernardo Villarejo de Bembibre, Vicente Nieto de Ponferrada, Manuel Martín de la Madrid y Manuel Martín Martínez, padre e hijo, de León. Estos archivos fueron depositados en el Centro Documental de la Memoria Histórica en Salamanca. Todos archivos fueron adquiridos mediante compra a sus titulares excepto en el caso de Vicente Nieto que fue por donación. En todos los casos se prometió una exposición y se ejecutó, excepto en el caso de los leoneses citados pues hasta la fecha no se ha cumplido la promesa. Además de estos nombres se debe señalar los de Amadeo Fernández de Ponferrada, Jesús Pallarés de León, Amando Casado de Astorga, el reconocido Alberto García-Alix, Ángel Geijo de San Román o el propio Manuel Quijano que se expresa intensamente, no solo a través de la música sino también de la fotografía. En este orden ha de recordarse los numerosos fotógrafos locales profesionales y ocasionales que han legado un rico fondo cargado no sólo de valores sentimentales y de proximidad sino de información socio-antropológica intensa.

Finalmente ha de resaltarse la figura del fotógrafo Bueno de Astorga, profesional que ocupó un espacio en esta ciudad y pueblos aledaños; profesional que atendió la diversidad de acontecimientos de una ciudad señera y cabeza episcopal que en determinadas épocas ejercía protagonismo en diversidad de actividades y que de todas ellas queda justificación documental del citado fotógrafo. En el caso que aquí nos ocupa, Bueno acudió con la delegación astorgana al Congreso Eucarístico de Barcelona (1952) en el que la se ordenaron sacerdotes a los seminaristas que terminaron los correspondientes estudios teológicos. También, durante mi periodo como Director General, realice un acercamiento para la adquisición de este fondo fotográfico a sabiendas de las dificultades en la que se hallaba el inmueble que albergaba el estudio fotográfico de José Bueno. No fue posible y sucedió lo peor: hundimiento del edificio. Fotos, rollos, instrumental y otros dispositivos se dispersaron e incluso se malograron. En este momento este fondo se halla disperso en manos que lo rescataron y, de acuerdo con la profesión y actividad del fotógrafo asturicense, otra gran parte se permanece en álbumes familiares. En este orden, la dispersión alcanza la ciudad de Austin (Texas), lugar donde ha sido rescatado el fondo que aquí se presenta. El causante de tal recuperación ha sido Joaquín Gasca, «el gran agitador cultural» -le denominada el añorado Alfredo Pérez Rubalcaba. Joaquín Gasca, experto en fotografía, fue el necesario e imprescindible enlace para lograr que el archivo fotográfico de Agustí Centelles también se depositará en el Centro Documental de la Memoria Histórica. Gasca nunca ceja de recuperar y de proponer. Su «agitación» es incesante, propositiva y creativa, un militante comprometido con nuestra cultura. Fruto de este compromiso es la permanente atención a cuanto sucede dentro y fuera de las fronteras en orden a la recuperación y, a veces, salvación de fondos documentales; de este modo no es extraño que alcance el espacio norteamericano en sus búsquedas. En el caso concreto que aquí nos ocupa, y leonés, no será este fondo el único que logra, pues se dispone de información que su atención y localización va más allá. Tendremos noticias.

Joaquín Gasca, además de «agitador» comprometido y responsable, es generoso. Decide motu proprio entregarme este fondo llegado desde Norteamérica para que disponga. Su generosidad y nuestro compromiso con la defensa de la cultura, en este caso la leonesa, me conducen a depositar y donar esta muestra del rico fondo fotográfico de Bueno en el Instituto Leonés de Cultura (ILC). El objetivo es contribuir al enriquecimiento de su archivo fotográfico, a su preservación y difusión. Gracias Joaquín, León está en deuda contigo.

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