Diario de León

La gran cruz olvidada del monje alemán

Es un hito medieval del Camino de Santiago. Al oeste de León, en un otero del valle del Bernesga, hay un conjunto de piedras solitarias, en medio de un solar abandonado. Pero este es mucho más que un montón de piedras, es un testimonio importante y documentado de la peregrinación jacobea desde los tiempos de la Edad Media

Publicado por
Tomás Álvarez
León

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Los restos, semiocultos tras una tosca cerca de bloques de hormigón, son lo que queda de un crucero de larga historia. Las piedras, maltratadas por el paso de los tiempos y las gentes, integran una plataforma escalonada, y sobre ella, en el cuarto nivel de la base, puede verse el arranque de un pedestal…

Las ruinas venerables tienen más de medio milenio de historia y constituyen un hito de la ruta jacobea, un vestigio que merece la pena conservar. El monje servita alemán Hermann Künig von Vach, autor de una guía para los peregrinos a Santiago, hablaba de él en su escrito.

El texto de Künig, ‘Die walfart und Straß zu sant Jacob’, publicado en 1495, en alemán, por la imprenta de Mathias Hupfuff de Estrasbugo, es prácticamente la segunda guía a Compostela escrita en la Edad Media, después de la del propio Código Calixtino, y tuvo mucho predicamento en su tiempo entre los viajeros de habla alemana hasta que la peregrinación centroeuropea decayó por el cambio de la religiosidad y los efectos de la Reforma protestante.

El monje alemán realizó una descripción del itinerario jacobeo, sin entrar apenas en contenidos artísticos y religiosos, para centrarse en distancias, rutas, puentes, albergues, peajes, etc. El texto está versificado y es muy sintético, tal vez con el objetivo de que el propio viajero se lo aprendiese de memoria, en un tiempo en el que la ‘memorización’ estaba sumamente extendida, porque el viajero apenas tenía acceso a los libros.

Procedente de Suabia, en el sur de la actual Alemania, el viajero alemán bajó por Constanza en dirección a Einsiedeln, el mayor centro mariano suizo y punto clave del arranque de la peregrinación centroeuropea hacia Santiago. Desde allí, continuaría por Berna, Friburgo y Ginebra, para alcanzar Valence, en el recorrido medio del Ródano, y seguir por Nimes, Narbona y Toulouse, para entrar en España por Roncesvalles.

Ya en terreno español, la guía sigue el trayecto clásico calixtino, con dos variantes, en las actuales provincias de León y Lugo, donde optó por hacer un recorrido menos montañoso. Su regreso de Santiago lo hará por la vía Turonense, continuando por Amiens, Bruselas y Maastricht hacia Aquisgrán.

León y la guía de Künig

En la guía de Künig, la provincia de León tiene una presencia destacada, empezando por Sahagún, donde halla cuatro hospitales, y Mansilla, con otras tres buenas instituciones de acogida al peregrino.

La ciudad de León también se presenta como punto clave del Camino Francés. Es una ciudad grande y con abundantes hospitales, de los que destaca el de San Antonio.

Advierte el monje alemán que desde esta ciudad existen tres alternativas para alcanzar Santiago de Compostela. La primera opción es la de acudir pasando por San Salvador (Oviedo); la segunda es la de dirigirse por Astorga, un camino que exigirá al viajero el cruce de tres puentes (Bernesga, Órbigo y Tuerto) y luego el ascenso a una montaña (Foncebadón). La tercera alternativa, la que él aconseja, es la de dirigirse al Bierzo por el Camino de Santa Marina del Rey.

Aunque la parte superior del crucero ya no existe, el camino que pasa a su lado sigue teniendo un nombre revelador: Camino de la Cruz

Künig avisa al lector: «Encontrarás erguida una gran cruz de piedra / si tomas el lado izquierdo / llegarás sin más demora a Storgeß (Astorga) / Pero, si quieres seguir mi consejo, / quédate en la derecha; /entonces no necesitarás escalar montaña alguna, / déjalas todas a tu izquierda».

Aconseja Künig al peregrino que tome el Camino de Santa Marina y avance hacia el oeste dejando a Astorga a tres leguas a la izquierda. En virtud de estas indicaciones, la ruta pasaría por Santa Marina y Benavides de Órbigo, para acceder al valle del Tuerto por una franja comprendida entre los pueblos de Cogorderos - Villamejil - Castrillos, con objeto de alcanzar el paso al valle del río Tremor en el entorno de Brañuelas, descendiendo a Cerezal de Tremor, y avanzando desde allí hacia Albares, Bembibre y Ponferrada.

Frente a los 1.500 metros de altura del paso por Foncebadón, el paso a la hoya del Bierzo señalado por Künig se realiza por una cota algo superior a los 1.100 metros, dejando las montanas a la izquierda. La longitud de la ruta recogida es relativamente similar.

Es lógico que Künig denomine a esta ruta como el Camino de Santa Marina, porque el lugar era en aquella época la mayor población de esta parte del Órbigo, con al menos dos instituciones de apoyo al peregrino: San Lázaro y Santa Catalina. La importancia de esta villa era tal que unas décadas más tarde, cuando el obispo y el Marqués de Astorga tuvieron un enfrentamiento, el prelado acabó trasladándose con el cabildo asturicense durante un tiempo a Santa Marina del Rey.

Unas piedras venerables

El lector se preguntará la relación entre las ruinas del crucero y la guía de Künig. Y La respuesta es muy sencilla. Ese montón de piedras era el punto del alfoz de León donde se dividían los caminos. En antiguos mapas aún se puede comprobar. Junto al Crucero hay un camino que va a la izquierda; es el de Fresno del Camino, que conduce a Chozas y Villar de Mazarife, la antigua calzada que se dirigía a Astorga y por la que siguen avanzando muchos de los peregrinos. El de la derecha continua adelante, en dirección a San Miguel del Camino y Santa Marina.

Aunque la parte superior del crucero ya no existe, el camino que pasa a su lado sigue teniendo un nombre revelador: Camino de la Cruz. Alguna gente comenta incluso que esa las piedras que faltan aún existen… «y que no están muy lejos».

Cuando pasó Künig por aquel punto, aun no existía ni el pueblo ni el santuario de la Virgen del Camino, que surgiría poco más tarde (el milagro de la aparición de la Virgen al pastor, en un despoblado, se fecha en 1505). Sin embargo, en el lugar no sólo estaba el crucero, sino una ermita dedicada a San Isidoro, erigida después de que en el año 1158 procesionaran los fieles de León hasta allí, portando las reliquias del santo, en demanda del fin de una grave sequía, que finalizó en el momento mismo de la procesión.

Estas piedras son, pues, un hito que nos desvela el arranque de uno de los itinerarios de Künig desde León a Santiago, un punto que articula dos caminos jacobeos de la bimilenaria capital leonesa.

Con ocasión de la reciente presentación del libro ‘El Camino de Künig a Compostela’, en el Museo Gaudí/Casa Botines, aproveché la ocasión para hacer un llamamiento por la salvación y la puesta en valor de estos restos jacobeos que nos recuerdan el paso de Künig y engrandecen el patrimonio jacobeo leonés. Es un llamamiento que quiero reforzar con este artículo.

El futuro de los pueblos se basa, en buena medida, en la salvación de su propio patrimonio.

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