Diario de León
El fotógrafo Juan Baraja, Rosa Yagüez Juárez, vicepresidenta de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia, y Alfredo Puente, curador. FCAYC

El fotógrafo Juan Baraja, Rosa Yagüez Juárez, vicepresidenta de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia, y Alfredo Puente, curador. FCAYC

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Alfredo Puente
León

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La programación de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia (FCAYC) se enfrenta de manera constante a la idea de qué mundo es posible apreciar desde un lugar en un medio rural como lo es la montaña de León donde se encuentra enclavada la institución. Esa es necesariamente una pregunta abierta, una interrogación llamada a buscar modos sobre cómo ‘seguir con el problema’ como han escrito investigadoras como Donna J. Haraway, a través de ángulos culturales y una personalidad propia arraigada a este territorio y estos vecindarios regados por los ríos Porma y Curueño.

Ese ‘seguir con el problema’ no significa otra cosa que una búsqueda de nuevas relaciones con el entorno, con los vínculos y parentescos entre lo humano y lo no humano orientada a desarrollar formas de habitar nuestro mundo mejor situadas y acordes a un compromiso con quienes habitarán este planeta -humanos y no humanos– después de quienes lo hacemos ahora.

Los programas que se desarrollan en FCAYC siempre se tienen en cuenta a partir de una perspectiva a largo plazo y tratan de minimizar la eventualidad y el cortoplacismo. Mediante ciclos y actividades que se desarrollan desde las tres principales líneas de investigación de FCAYC –arte y cultura contemporáneas; sonido y etnoeducación– se ensayan todo tipo de posibilidades e hibridaciones y en ocasiones se producen hallazgos destinados a completar o recuperar imaginarios para ser capaces de convivir dentro de la idea de ‘problema’ antes que desde planteamientos destinados a dar con una solución monolítica a la pregunta de cuál es nuestro papel como humanos en relación a lo que ocurre en este planeta y sus entornos de conocimiento. Se podría decir que una de las intuiciones que manejamos es que nunca hubo “solución», y que más bien cambiamos de problemas.

Así, en esas líneas de investigación, vemos entrecruzarse saberes reglados y no reglados, formales e informales. Todo ello hace que sea posible tanto para el equipo de la institución, los vecindarios más próximos y el público que acude desde puntos más distantes, dialogar y transitar mundos que van desde las estrellas y el firmamento (A cielo abierto) al conocimiento relacionado con la meteorología y que sigue siendo uno de los más valorados de quienes habitan los medios rurales (Nubla. Ecología a ras de la atmósfera) o a lo que se escapa a nuestra vista porque tiene lugar en el subsuelo (Primavera y Otoño Micológico). Esos parentescos de los que hablamos pasan por ser capaces de reunir en nuestra imaginación lo que implican esos entornos y encontrar nuestra posición entre ellos. Y todo esto se extiende hacia otras áreas del trabajo de FCAYC, como es lo que sucede con el programa expositivo, donde todos estos planteamientos encuentran otro tipo de expresiones e investigaciones plásticas a través de los dos programas– ‘contexto’ y ‘fuera de campo’– con los que cuenta la institución.

La programación del área de sonido participa también de este tipo de planteamiento y en ella es posible encontrar investigación que pasa por el patrimonio y el paisaje sonoro en colaboración con el alumnado del CRA Ribera del Porma o toda una nueva programación sonora, que evoluciona a partir de nuestros 10 años de experiencia con el jazz, y que lleva por título Tropos. En esa programación se pueden encontrar desde grupos de jazz actuales como el Caminero Trío a experimentación musical como la que proponen Los Sara Fontán, un grupo barcelonés formado por violín, electrónica y percusión. Es nuestra forma de interpelarnos e interpelar al público en relación a esa búsqueda de parentescos menos evidentes pero indispensables para pensar el mundo en el siglo XXI que nos intriga.

Todo esto es posible a partir de un compromiso real con lo que significa ser huéspedes de un lugar como este del que hablamos, la montaña de León, sus vecindarios y uno en concreto: Cerezales del Condado. Quienes estaban aquí antes que nosotros nos han dejado escuchar las claves de lo que significa habitar hoy este lugar, la importancia que tiene ser capaces de unir siglas como la PAC con animales cuya cabaña descendió de una manera preocupante fruto de cambios de acuerdos comerciales en la era del capitalismo global, como ocurre con la raza Parda de Montaña. Esas relaciones posibilitan talleres para familias y adultos como ‘Labranzas’, donde se busca un sentido para el ejercicio de la memoria como un impulso para pensar futuros en lugar de para realizar giros hacia el sepia y la nostalgia. Nuestra área de etnoeducación tiene esa misión: escuchar desde otros ángulos cuanto sucede y ha sucedido aquí para buscar futuros juntos.

En el programa de ‘Triángulo de verano’, la programación estival de la Fundación hay sitio también para reflexiones a partir del confinamiento recién vivido. En talleres como ‘(In)comunicados. Nuevas correspondencias’ elaboramos con niños y niñas video-cartas para las personas que viven en residencias, mostrándoles aquello que les gustaría que vieran, lo que ha cambiado y lo que no. O como el próximo taller para adultos ‘La Nada. Taller de no televisión’, con el colectivo Serrin.tv en el que tras darnos cuenta de que los muros de casa se habían ensanchado y de que las pantallas querían ser el único vínculo con el exterior, nos planteamos si esa escala tan planetaria que nos mostraban y que no podíamos elegir era lo que realmente queríamos. Habrá quienes hubieran preferido ver y oír lo que estaba justo al otro lado del muro de casa: lo que hace Manuel en su taller cuando oía su sierra en marcha, oír correr el río que baja un poco más allá de la iglesia, las ovejas pasar como cada día… No es tarde para crear una televisión que ya no se llame televisión. Que cuando no pase nada, ya sea todo. Y para ello requerimos a un grupo de personas de 16 años en adelante con ganas de repensarla y hacerla suya.

Alfredo Puente es curador de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia

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