Diario de León
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En mayo de 2019, Calvin Klein lanzó una campaña que incluía un anuncio en el que la modelo Bella Hadid besaba a la ‘influencer’ Lil Miquela. Si cree que lo revolucionario era el beso entre dos mujeres, no era ese el punto central. Lo revolucionario era que una de las dos partes no existe en carne y hueso. Lil Miquela es una ‘influencer’ virtual. El Roger Rabit del siglo XXI.

El anunció generó quejas entre la comunidad LGTBI, porque Bella Hadid se identifica como heterosexual y algunos usuarios creían que el clip daba lugar a engaños.

La marca de moda se disculpó por ello, pero nadie apuntó a lo irreal de besar a un cúmulo de ceros y unos.

Lil Miquela, que tiene 1,6 millones de seguidores en Instagram, no es la única en esta categoría que cada día gana más adeptos entre fans y responsables de la industria de la moda. Miquela ‘nació’ en 2016 de mano de una compañía en Los Ángeles con el dinero de Brud, una empresa de Silicon Valley, detrás de su desarrollo. «Música, agente del cambio y robot», así definen a Miquela en su perfil. Más de 80.000 personas reproducen canciones de la ‘influencer’ mensualmente en Spotify, ha participado en campañas de conocidas marcas de moda, comparte fotos con «amigos» reales, concede entrevistas y comparte con naturalidad aspectos de una vida que no existe. Tiene una personalidad propia y eso parece encantar a todo un colectivo, la denominada Generación Z, que pasa gran parte de su tiempo de ocio «online». Su capacidad de influencia ha aumentado exponencialmente desde su creación. De hecho, en 2018 la revista estadounidense Time la incluyó entre las 25 personas más influyentes de la red. Su flequillo perfectamente peinado, su cara aniñada y sus pecas han conquistado Instagram y su éxito ha sido tal, que las marcas se plantean el uso de estos robots como sustitutos de personas reales.

Cada año las compañías destinan parte de sus presupuestos de publicidad y relaciones públicas a campañas en Instagram. Pero, ¿por qué contratar a famosos o modelos de carne y hueso teniendo este tipo de recursos?. Eso debieron pensar los responsables de Balmain cuando le encargaron al artista Cameron James Wilson que creara un grupo de modelos virtuales étnicamente diversas para su compaña. El resultado fueron Margot, Shudu y Zhi. Balmain abrió el camino que otros diseñadores ya están explorando.

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