Diario de León

Perder una escultura de 38 toneladas

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León

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álvaro soto

Es muy común perder un bolígrafo, un mechero o las llaves. El Museo Reina Sofía de Madrid descubrió en 2006 que había perdido una escultura de acero de 38 toneladas, encargada veinte años antes para su grandiosa inauguración. En 1986, la institución había pagado a Richard Serra, el escultor estrella del fin del siglo XX y del siglo XXI, 37 millones de pesetas (220.000 euros actuales) por Equal-Pararell/Guernica-Bengasi. ¿Qué pudo ocurrir para que el artefacto se esfumara? El escritor Juan Tallón (Viladervós, Orense, 1975) arroja luz sobre un misterio tan grande como la escultura en el libro Obra maestra, que acaba de publicar Anagrama.

Cuenta Tallón que el argumento le rondaba por la cabeza desde que en 2009 visitó el Reina Sofía con el escritor argentino César Aira y vio la réplica que Serra preparó para el museo cuando el original se dio por perdido. «Nació entonces mi fascinación por una historia interminable e inacabada», explica el autor, que ha creado una novela coral en la que se entremezclan las voces de 73 personajes (la mayoría reales, algunos ficcionados) que participaron, o pudieron hacerlo, de mil maneras posibles en el destino de la escultura. «Se trataba de multiplicar los puntos de vista para captar la esencia de lo que parece inexplicable», resume el escritor y periodista, autor de libros como Fin de poema, Salvaje oeste o Rewind.Después de una peripecia por los juzgados que podría constituir otra novela en sí misma, Tallón accedió a los archivos de las investigaciones policiales. El caso supuso un quebradero de cabeza para la policía durante mucho tiempo, un periodo que incluye excavaciones fallidas en los terrenos de una empresa de arte que se encarga de almacenar las obras que ya no tienen sitio en los museos y donde, supuestamente, se custodiaba ‘Equal...’. Por Obra maestra desfila lo más alto y lo más bajo, exministros y terroristas de ETA, policías, jueces, artistas, periodistas y hasta obreros de la siderurgia. Está Richard Serra, por supuesto, un genio que trabaja casi como un industrial, con cientos de personas a su cargo en enormes fábricas. Cuando terminan muchas de sus exposiciones, las esculturas son fundidas, porque resulta más barato hacerlas de nuevo, si se necesitan para otra exposición, que trasladarlas a un gran almacén.

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