Diario de León

Los perros que salvan de la soledad

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León

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alfonso garcía

Ese era su nombre. Y ese nombre nunca lo olvidaría. Incluso cuando dejó de recordarlo todo, ese nombre seguía clavado en su memoria de niño. Solo oírlo le hacía tiritar». Era Ulric, un policía, su padrastro. Nuestro protagonista, un niño, huyó de casa. «No quería pensar en Ulric ni en su madre [que en los buenos días le llamaba Rey, mi rey]. No quería pensar en nada». Y fue con «los niños de la estación», aunque prefirió la compañía de los perros, especialmente de Daya, para mitigar el hambre, la soledad, el llanto, la dura lucha por la supervivencia. «Los perros lo habían salvado de su soledad» y fue a vivir con ellos al bosque. «Ya nada le unía al mundo de los humanos».

En las continuas correrías por sobrevivir, un día se topó con Ulric, y los perros lo liberaron de él. Poco después una gata tuvo la culpa. Y los ojos de una niña. Las cosas se precipitaron, aunque sea mejor leer en qué manera, nunca exenta de dolor.

Aunque Rey sea una historia de ficción, está inspirada, según cuenta la autora, «en las historias tristemente reales de niños que fueron acogidos y criados por perros. La historia más conocida es la de Ivan Mishukov, un niño que con cuatro años se escapó de su casa por problemas de alcoholismo de su familia». En una línea de duro realismo –el doloroso retrato del ambiente de los niños de la calle, sobre todo-, el amor por y de los perros se convierte en un contrapunto de necesario subrayado. Junto a la intensidad y la precisión del relato –las ilustraciones, en la misma línea narrativa-, con una construcción muy cuidada y una prosa breve, preciosista, rica, lírica en no pocas ocasiones, lo que a este lector no solamente le ha acercado al dolor, también a la ternura, a esa nostalgia que, con el tiempo, atravesaba el corazón de Rey.

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