Diario de León
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León

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josé enrique martínez

Un clásico lo es no solo por su antigüedad, sino porque, por encima de circunstancias temporales, nos sigue seduciendo. Es lo que ocurre con Safo, poeta griega nacida en la isla de Lesbos a finales del siglo VII antes de Cristo. Los fragmentos de su obra que se conservan continúan fascinando, como asombró a lectores tan conspicuos como Platón, Catulo o Petrarca. Safo, llamada décima musa, cantó la pasión amorosa con tal ardor erótico que dio nombre universal al amor lésbico. Los fragmentos de la obra de Safo han sido vertidos al español en diferentes ocasiones y por distintos traductores. Aurora Luque, por ejemplo, publicó en 2004 Poemas y testimonios y su versión al castellano sigue zarandeando el ánimo en alas de la belleza y el deseo. Es la sacudida que Eros promueve en el pecho de quien se abre a sus envites. Luque expresaba una idea fecunda: el fragmentarismo involuntario de los poemas de Safo, debido a ratones y humedades y a la negligencia e incuria del tiempo, convertía a la poeta en nuestra contemporánea, emparentaba sus textos con el fragmentarismo y la obra abierta del arte actual.

El poeta zamorano Juan Manuel Rodríguez Tobal ha publicado recientemente una nueva edición bilingüe, revisada y ampliada de los Poemas y fragmentos de Safo, que alcanzan ahora su octava edición, a la que incorpora textos antes desconocidos, según indica. La nota preliminar de Tobal da cuenta entusiasta del nacimiento de la lírica en Lesbos, originariamente destinada al canto. Una poesía que expresaba emociones, sentimientos y deseos, a la que se añadía «una nueva forma de espiritualidad en la que la delicadeza, el afeminamiento y el intelectualismo se entremezclan para desbaratar el estatismo y la virilidad» impuestos por el ideal homérico, lo que desembocó lógicamente en la música y la poesía. Poco se sabe de la biografía de Safo, sobre la que se han tejido mil leyendas. Se sabe que «el centro de su producción poética y el centro de su vida está en el círculo de sus amigas», en «la casa servidora de las Musas», como dice un poema. La versión en castellano efectuada por Tobal procura mantener los esquemas rítmicos de la poesía sáfica, los fragmentos a través de los cuales asistimos a todos los efectos del amor, de los celos, por ejemplo, que cuando los sufre la poeta, escribe: «me destila un frio sudor, y entera / un temblor me apresa, y cual la paja / amarilla estoy, y mi muerte siento / poco alejada».

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