Diario de León

Los vinos impresionantes de Palomares

La histórica bodega leonesa de Valdevimbre conserva señas de identidad centradas en mantener las esencias y la

Espectacular entrada a las instalaciones de Bodega Palomares, que desde la ubicación histórica ha registrado grandes mejoras.

Espectacular entrada a las instalaciones de Bodega Palomares, que desde la ubicación histórica ha registrado grandes mejoras.

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León

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Si se hiciera una encuesta en León preguntando por el nombre comercial de un vino de aquí, ganaría por goleada Impresiones. Este verdejo blanco dulce, parando la fermentación de forma natural mediante frío, es uno de los caldos institución de Bodega Palomares. Y si el vino es un hito, el invento del patriarca, Nicolás Rey, emprendedor cuando no existía ni la palabra, allá por 1964, fue pionero en la provincia, y su apuesta por el vino, los viñedos y su tierra es ya una historia legendaria.

Bodega Palomares, en Valdevimbre, empresa familiar que ahora regentan los hijos de Nicolás: Ángel, Jesús y Roberto Rey (aunque el primero sigue al pie del cañón y ya hay un nieto como es Aitor inaugurando la tercera generación), es un milagro integrado en la tierra, un lugar que no se puede explicar sin ser visto, lo que añade atractivo a esta empresa maestra en la elaboración de caldos a partir de las autóctonas Prieto Picudo y Albarín.

Y en esa continua evolución, ahora hacen un mucho más que guiño, porque es un recuerdo gigante a Carmen Álvarez, madre de los ahora responsables de la bodega, mujer de Nicolás Rey y gran artífice de que lo que fue un sueño de esfuerzo y sacrificio sea ahora una realidad como una de las bodegas referentes del boom provincial que vive León en cuanto al vino. A ella está dedicado un reserva de excepción, que lleva su nombre, Carmen, y hasta su rúbrica, en una etiqueta dentro de un conjunto de diseño de botella de gran belleza.

Tradición e innovación son, así, las claves de Palomares elevadas al máximo exponente. Porque la bodega es toda una empresa acorde con los tiempos actuales sin renunciar ni a una sola de sus esencias. Es esa una de las claves por las que la bodega, convertida en gran empresa, sigue teniendo el aroma familiar. «Digo el nombre de mi padre y es un orgullo, porque me abren todas las puertas», asegura Ángel Rey. Y vuelve el recuerdo de ese comienzo cuando estaba todo por hacer, en unos tiempos en los que lo normal era irse del pueblo, y Rey optó por quedarse.

Dando un salto en el tiempo, Palomares es ahora un referente de negocio y romanticismo. Su sede y su bodega se mantienen en el sitio en el que comenzó la aventura. Incluso el logo que acompaña al nombre de la empresa representa el mapa de las tierras de Valdevimbre antes de la concentración parcelaria. Es decir, que las raíces emocionales de la bodega, están tan vivas como las de las cepas de esos viñedos en los que cada año se produce el milagro de la tierra.

Así, por ejemplo, de esas aproximadamente 2.400 botellas con las que comenzó la aventura de Impresiones se pasó a las 200.000 que se hacen ahora.

Hay un momento en el que no se centra todo en la cantidad y superproducción, sino en los detalles y la originalidad. Y en ese Carmen hay, como no podía ser menos, la suma de todo el talento familiar para homenajear a la madre, fallecida ahora hace 15 años. «En cada viña, su mirada, alegre y brillante. En cada uva su carácter, firme y equilibrado nacido de todo el amor por la tierra y por la vid que nos dejó nuestra madre. Legado que encontramos en la bodega y que madura en el majuelo», reza la contraetiqueta de esta edición limitada de 2.700 botellas que llevan la firma de Carmen Álvarez.

Si el rosado también es uno de los fuertes de Palomares, la paleta cromática en torno al vino abarca todas las posibilidades. Desde el verdejo al albarín, el tinto o el citado Impresiones, los vinos de la bodega siempre reivindican lo autóctono. Ese es el camino de Palomares. No perder nunca el ritmo ni olvidar el pasado que ahora representan 60 hectáreas de viñedo, 19 para la variedad de verdejo y 41 para la variedad autóctona de Prieto Picudo.

Y que ellos mismos resumen a la perfección: «Velando cada día por un legado familiar que proporciona a nuestros vinos el gusto por las cosas bien hechas, otorgamos a cada copa el detalle de la tradición familiar, dedicada desde sus inicios a extraer la esencia de nuestra tierra», dicen, como un brindis.

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