Un vivero de palabras del medio rural

alfonso garcía

El campo y nuestros medios rurales –escribe la autora- tienen una manera de hablar única que hermana territorio, personas y animales. Muchas de sus palabras llevan demasiado tiempo a la intemperie. Si no las cuidamos, morirán con nuestros mayores y nuestros pueblos». Este hermosísimo libro va en esa dirección: Almáciga –«ese sitio del huerto que se elige para que las semillas germinen, broten y cojan fuerza»- reúne un buen puñado de palabras «pensando en esas palabras en peligro, en las lastimadas, en las moribundas, en las que ya no aparecen en ningún diccionario ni descansan sobre nuestras lenguas»: corresponden a objetos, usos o tradiciones que ya han desaparecido. Todas son palabras llenas de sonoridad, bellas por sí mismas, inspiradoras, recordatorios de un mundo que ya no existe; pero todas, además, incluyen un significado que nos transporta a un mundo riquísimo de connotaciones e historias. «Me gusta pensar que las palabras que ya no se recogen en nuestros diccionarios y que poco a poco dejan de oírse no se van del todo, sino que se quedan quietecitas, esperando las recupere y las descubra, como ese pequeño dolor en la memoria…». Porque la palabra es también memoria, Almáciga tiene continuidad y como semillero vivo de las palabras se irá enriqueciendo con las aportaciones de todo el mundo que quiera contribuir (www.almáciga.es), en un momento en que se ha pasado ese concepto de pueblerino o paleto aplicado a quienes las utilizaban. Así se han convertido en un tesoro prácticamente enterrado. Entramadas las palabras en distintos bloques, un hilo conductor narrativo las engarza con una prosa fresca y hermosa, llena de cadencia y sonoridad, difícil de definir pero siempre al borde de la emoción, capaz de sugerir y descubrir las múltiples manifestaciones y precisiones de la palabra. Delicada y sugerente manera de contar en este libro tan especial, con ilustraciones llenas igualmente de delicadeza. Muy recomendable.