Diario de León

De Pascua sin Ramos

«Esto lo salva sólo la medicina»

Las campanas de las iglesias llenaron de ecos el vacío de las palmas en las calles de una ciudad fantasma en la que la hostelería se resigna ya a que será el último sector en poder reabrir

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Las campanas tocan a gloria, pero no se sabe dónde. En mitad del casco histórico, el tañido resuena por las callejas, pero no hay reguero de pisadas que delate dónde lleva el reclamo. Este domingo de Ramos sin misas, salvo las excepciones testimoniales con un puñadín de fieles, tropieza con las puertas cerradas de las parroquias. En el pórtico del Cordero de San Isidoro, donde asoma un ramo que parece retoñar en la piedra del dintel, Segunda Castro recoge el gesto. Sabe que está cerrada, que no hay homilía, pero «como cada domingo» ha querido venir aunque sea hasta el umbral de la colegiata para «rezar un Ave María». Durante 45 años las oraciones se dirigían a que pudiera «volver a León» desde Madrid, donde trabajaba como ordenanza en el teatro de la Zarzuela. Hoy, después de que se le cumpliera en 2016 «el milagro» de «estar en casa vaya donde vaya», la súplica invoca a la Virgen para que «ayude al Gobierno a hacer las cosas bien para todos».

Segunda Castro, en la puerta del Cordero de San Isidoro, ayer.  MARCIANO PÉREZ

En la mañana del primer día de la Semana Santa, el eco metálico del campanario rebota en el silencio de la plaza de Regla. Da «impresión verla así tan vacía» cuando suele «estar con gente hasta las cuatro de la madrugada», como reseña Fernando de Celis mientras cruza hacia su casa por Pablo Flórez adelante. La ausencia de movimiento la acoge con agradecimiento Ángel Valbuena cuando emboca la torre de la Berenguela desde la calle La Paloma. «Un domingo, a las seis de la madrugada, aquí no ves el suelo de los vasos y la basura. En un día normal, me hubiera hinchado a limpiar», apunta el barrendero, quien en su ruta «desde la estación de autobuses» describe «una ciudad fantasma». «A diario en los barrios sí que hay algo más y en las papeleras lo que encuentras son guantes de plástico. Peo en un 98% la gente cumple», afianza. Entre las excepciones se apunta José a quien «los manguis » le han multado ya «dos veces». En la primera estaba «en el parque a 5 metros de casa», pero «con una taza porque había bajado a tomar el café», y en la otra «en La Candamia», donde no convenció a los agentes con el argumento de que estaba «buscando un perro» que se le había «perdido». «Es durísimo estar en casa», se excusa en dirección al Ejido.

José Bermejo, en su quiosco asomado a la Catedral. MARCIANO PÉREZ

El vacío se extiende por detrás de la Catedral y abarca la entrada del aparcamiento de San Pedro, donde apenas hay media docena de coches. José Marcos tiene la puerta abierta de su tienda de productos típicos, colocada en el paso estratégico de los turistas. No los hay y tiene que «ir tirando con el vecindario y poco más». La Semana Santa, en la que puede llegar a acumular «entre el 15 y el 20% de la facturación anual», la da por perdida con resignación, «si es porque todo esto se acabe», concede sin dejar de despachar a José. El cliente libra mejor el impacto del confinamiento. Está «recién jubilado» y justo antes ya se estaba «acostumbrando a estar en casa todo el día». «Me ha pegado de lleno», bromea el exprofesor, quien mantiene la ironía para sentenciar que «este país es increíble». «Todo el mundo venga hablar más de la Logse y son los que mejor están demostrando su responsabilidad. En el súper el primer día me asusté con la gente mayor, aunque ya se están corrigiendo», señala, todavía con la sensación haberse encontrado desierta «la plaza de las Palomas», donde a esta hora se alzarían las palmas de los guajes para que las bendijera obispo.

Pero no las hay. Apenas se anuncian en la puerta de las Siervas de Jesús, en balcones contados y en la entrada de la parroquia del Mercado. En la casa que hace esquina vive Mari Flor Álvarez «desde los nueve años» y no se le olvidará el pasado Viernes de Dolores en el que no salió la Virgen pero el barrio se llenó de «aplausos». «Voy a echar mucho de menos las procesiones», concede. El sentimiento lo repite Ana Diez, quien insiste en que lo lleva «bien», aunque notará el «vacío» de la Semana Santa, y César Amigo, que es «cofrade de Santa Marta» y ya apunta «el tercer año consecutivo» que no va a «poder salir en Jueves Santo». «Va a llover, pero esta vez da igual», sentencia a espaldas de la parroquia de San Martín.

Ángel Valbuena describe una «ciudad fantasma» .MARCIANO PÉREZ

Las procesiones las saldrá a buscar sin respuesta José Bermejo a la puerta de su quiosco en Mariano Domínguez Berrueta, desde donde se encañona la vista de la Catedral. Se ha quedado «sólo» con la clientela del barrio. La «prensa y el pan, el pan y la prensa» sostienen un negocio en el que «al menos quien baja a por el periódico lo hace todos los días». «Ya nada va ser igual. Los bares de aquí a ver qué va a ser de ellos», lamenta.

La pregunta se la hace José María Barrio, acodado en la barra del «Soportal», en la esquina donde Plegaria se precipita en la plaza Mayor, donde aprovecha para «hacer limpieza». Tiene otros dos negocios de hostelería más, «La Parrilla del Húmedo» y el «DO», y es consciente de que serán «los últimos en poder reabrir». No sólo da por perdidos los ingresos de la Semana Santa, que son «el 10% del año», sino que empieza a temer por «las fiestas de San Juan». Pero tiene «una teoría». «Si se pone difícil, León es una ciudad barata, más asequible, y puede ser no tan malo para nosotros, aunque del camino de Santiago este año despídete», augura el hostelero al borde del mediodía, sin apenas nadie en la zona pese a ser Domingo de Ramos. Las campanas reverberan aún por el casco histórico. «Por muchas medidas que se tomen puede rebrotar. Esto sólo lo salva la medicina», advierte.

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