Diario de León
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MARÍA GETINO CANSECO doctora en antropología y profesora titular de la universidad de barcelona
León

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Remitiéndonos al comienzo del juicio en la Audiencia Provincial de León, día 19 de enero de 2016, se considera que por lo general, no es un acontecimiento habitual, algunos de los que estábamos allí, era la primera vez que presenciábamos un juicio. Por lo que casi todo, salvo excepciones, lo que acontecía nos mantenía expectantes y atentos, para no perder ningún detalle significativo.

La distribución de los componentes del jurado, magistrado, secretaria judicial, transcriptor, fiscal, letrados y acusadas, instalados en un mobiliario milenario, conformaban una distribución en U inversa, dirigidos hacia el público. El público también contaba con unos bancos de madera haciendo juego con el resto del mobiliario de la sala de vistas.

En una ordenación sociocultural, donde los individuos nos organizamos perteneciendo a un grupo social, con unos hábitos y costumbres aprendidas desde nuestros inicios, desarrollamos diferentes roles que nos van determinando por nuestros comportamientos y acciones. Ese entramado social se mantiene estable, aparentemente, mientras no transgredamos «las normas establecidas». Por un igual en esta causa, cada uno ejerce un rol de acuerdo a su profesión, en el caso de las acusadas de su supuesta transgresión. El público conforma el rol de espectador, y al margen de que socialmente detente el de periodista, abogado, universitario, investigador o cualquier otro, suele mantenerse sabiendo cuál es su función en este juicio.

El punto de mira de los profesionales de la abogacía está centrado en el jurado popular, es el que determinará si los considera o no culpables de los hechos ya conocidos, acontecidos el día 12 de mayo de 2014 a las 17.15 horas. Por lo que las argumentaciones tanto del Ministerio Fiscal, la acusación y la defensa están dirigidas al jurado compuesto por cuatro mujeres y cinco hombres.

Para el Ministerio Fiscal, y la acusación, las tres tienen el mismo nivel de responsabilidad. Montserrat fue la que disparó el arma y después se dio a la fuga, sin la ayuda de su hija Triana Martínez y de Raquel Gago amiga de esta, no se hubiera culminado el hecho. Consideran que la primera disparó, su hija le recogió el arma y Raquel la mantuvo guardada en su coche durante 30 horas. Por lo que fue un crimen organizado por las tres.

Para los abogados defensores Montserrat cometió el crimen, pero, a la vista de los hechos, habrá que valorar si Triana, por unas circunstancias y Raquel, por otras, colaboraron. Estas argumentaciones de acusación y defensa, se van desgranando durante la mañana del martes 19 de enero de 2016.

En los pasillos de la Audiencia, los comentarios sobre la causa fueron diversos. Hacia el aspecto de las tres, con una vestimenta oscura y sin nada de maquillaje. El pelo recogido, madre e hija. Raquel muy demacrada y con el pelo cubriéndole parcialmente la cara. ¿Quizás formaba parte de una estrategia? Se expresaba incredulidad de que Triana y Raquel no supieran nada. La madre, tenía la peor parte, se le asignaba el rol de fría y calculadora. Aunque para otros, la cabeza pensante era la de Triana y la madre era la simple ejecutora.

Sentían cierta pena, de que no pudieron tomar otra opción antes de llegar al crimen. En qué circulo endogámico se encontraban para que nadie pudiera tener acceso a disuadirlas de esa idea asesina. Supuestamente lo mantenían en secreto, posiblemente hasta entre ellas.

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