Diario de León

raúl garcía vega | 30 años

«Aprender a manejar el bastón me dio la vida»

León

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«Hasta que aprendí a moverme con el bastón tenía que ir a todas partes del brazo de mi madre», confiesa Raúl García Vega, que perdió gran parte de la visión en un accidente de tráfico hace diez años. «Aprender a manejarlo me dio la vida», aclara.

La primera ruta que practicó fue el recorrido para tomar el autobús en Villarejo de Órbigo, su pueblo, hacia Hospital de Órbigo y León para acudir a la sede de la Once en León. Después se trasladó a León y ahora se mueve por toda la ciudad sin dificultad. En el barrio de La Palomera, donde reside ahora, le conocen perfectamente en el supermercado y en la cafetería más cercanos a su casa. Para todos tiene conversación.

«El bastón ayuda a detectar en el suelo las rugosidades de los pasos de peatones, los bordillos y los obstáculos -”papeleras y farolas, sobre todo-” y también ayuda a que la gente te vea», explica.

Raúl tiene «la ventaja», como señala él mismo, de que aún conserva un pequeño resto de visión que aprovecha al máximo con las últimas técnicas para personas con baja visión: telelupa para estudiar, gafas con microscopio para ver la televisión, síntesis de voz de en el ordenador y una lupa que lleva siempre en el bolsillo para manejar el teléfono móvil.

Trabajaba de soldador antes del accidente. A sus 30 años se prepara para ganarse la vida como masajista, una salida profesional que la Once ofrece a sus afiliados como salida laboral. Y es que el tacto, al igual que el resto de sentidos que no son la vista, se agudizan espectacularmente en las personas ciegas o discapacidad visual grave. «Me gustaría poder ganarme los garbanzos con mi sudor», afirma. También va a clases de braille.

En casa se defiende con las adaptaciones que le ha preparado la rehabilitadora de la Once: «Tengo marcados con circulos el microonadas, el horno y la lavadora», señala el joven.

«Lo único que echo de menos es conducir, que me gustaba mucho». confiesa. En cambio, en los últimos meses ha tenido la oportunidad de practicar el senderismo en la montaña leonesa gracias a la iniciativa del club Pandetrave, en el que se dan citan personas ciegas, con baja visión y videntes bajo la común afición por la montaña.

En la ciudad echa en falta «más semáforos acústicos y alguna fórmula para colocar papeleras y farolas de otro modo, para que no nos las comamos».

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