Diario de León

Un médico del alma

El sacerdote del Hospital que no teme al Covid-19

Óscar Rodríguez, capellán del complejo asistencial universitario de León, acompaña y asiste a los enfermos que han contraído el virus sin miedo a contagiarse porque «la Iglesia debe estar en todos los sitios»

El presbítero Óscar Rodríguez lleva doce años ejerciendo como uno de los capellanes del Hospital de León. MARCIANO PÉREZ

El presbítero Óscar Rodríguez lleva doce años ejerciendo como uno de los capellanes del Hospital de León. MARCIANO PÉREZ

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«Con esta pandemia se han ido parte de los pilares que ayudaron a construir España y no hemos estado a la altura», recuerda Óscar Rodríguez, sacerdote leonés que no ha temido enfrentarse al coronavirus cara a cara consciente de que la medicina del alma es tan importante o más que aquella capaz de salvar nuestro cuerpo. Esos pilares de los que habla son sin duda la generación que mayor golpe se está llevando a causa de esta pandemia, los mismos que en su juventud experimentaron la guerra y el hambre. Un final tan crudo como lo ha sido una buena parte de sus vidas.

Ordenado presbítero de la Diócesis de León hace ahora veinte años, Óscar lleva ya más de una década como capellán del complejo hospitalario de la capital. No está solo en su labor apostólica, pero sí es el único que no dudó ni un momento en visitar, uno a uno, a la mayoría de enfermos de Covid que han ido ingresando desde el pasado mes de marzo. «Es una experiencia muy dura, al principio me sentía impotente. Los primeros días todo era un caos, con cada vez más casos y el Hospital se empezaba a ver desbordado», señala. «En mis doce años aquí he visto crecer esta instalación poco a poco, pero de pronto en una semana todo se tuvo que cambiar. Había una presión asistencial tan caótica que daba auténtico miedo».

Recorrer las habitaciones de los infectados con el virus se convirtió en su pan de cada día. «Las primeras visitas sí las hice con miedo, me impactaba lo débiles que estaban la mayoría. Luego empezamos a pasar de casi un mero monólogo a conversaciones más largas en las que sobre todo trataba de tranquilizarles». De ahí el también párroco de la unidad pastoral de Matallana de Torío —que comprende once pueblo— pasó a conocer muchos de los dramas que se esconden tras cada persona. «He estado con gente que de pronto perdió varios miembros de su familia o cuya preocupación principal es qué iba a ser de sus seres queridos, también algunos que no tenían ninguna comunicación con nadie».

Hay que reflexionar
No hemos estado a la altura de una generación que ayudó a construir los pilares de esta España»

Al principio Óscar no tenía ningún medio de protección contra el virus y apenas traspasaba el arco de la puerta. «Me sentía culpable de utilizar los trajes que escaseaban para los compañeros sanitarios así que conseguimos Epis que nos proporcionaron desde fuera del Hospital».

Ha estado con gente de todo tipo, sin importar sus creencias. «Sobre todo ofrezco un alivio desde mi perspectiva católica pero sin imponer nada a nadie. Una de las cosas más importantes para mí es preguntarles el nombre, conocer su procedencia, porque no son números como a veces nos hace ver el sistema sanitario», subraya.

Sin duda alguna, lo más duro de esta experiencia que continúa viviendo en primera persona ha sido rememorar en sus propias carnes las fases del duelo. «Reviví el momento de perder a mi abuela, algo que creía superado y no era así, eso me ha marcado mucho. Ver a la gente de más edad impacta, piensas en cómo una generación que ha superado tantas penurias acaba como la más tocada. Los curas también debemos aprender esa humanidad que tantos religiosos han perdido».

Un ejemplo a seguir
«Ver el trabajo y la entrega de los sanitarios me ha ayudado a dar la cara a mí también»

Pero de esta experiencia, Óscar también saca muchas cosas positivas, regalos del cielo que se presentan cuando entras de lleno en el sufrimiento propio y ajeno, algo de lo que gran parte del mundo huye al considerarlo un escándalo. «Toda esta situación me recordó al Evangelio. Cuando se presenta la cruz unos huyen y otros dan la cara. Por ejemplo los sanitarios han dado la cara y verles a ellos me ha ayudado a darla a mí también».

La humanización que se ha dado en esta crisis —prosigue— «me resulta impresionante. Me doy cuenta que se han creado vínculos muy fuertes con sanitarios y también con algunos enfermos. Hoy en día no se ve mucha generosidad fuera en una sociedad que se mira demasiado al ombligo. Todavía nos queda mucho por dar. Y aunque muchos huyen, he visto que la mayoría de gente no».

Para este pastor la Iglesia «no son piedras», sino que está construida de personas, por eso considera que «hay que ser Iglesia en todos los sitios». Con la compresión de muchos de sus colegas y el rechazo de otros, Óscar Rodríguez continuará su propia misión en el Hospital junto a aquellos inocentes a los que la enfermedad les ha puesto frente a frente con una realidad difícil de asimilar.

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