Diario de León

Burgos logra el BIC para sus campos de petróleo con la ‘Carta del Bierzo’

La Junta se basa en una declaración redactada por expertos en Ponferrada en 2008 para poner en valor el paisaje de Sargentes de la Lora

Uno de los pozos conservados en Sargentes de Lora, en la provincia de Burgos. ARCHIVO

Uno de los pozos conservados en Sargentes de Lora, en la provincia de Burgos. ARCHIVO

Ponferrada

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La C arta del Bierzo , un documento firmado por expertos en patrimonio minero en Ponferrada en el año 2008, ha sido la base para la tramitación como Bien de Interés Cultural del campo petrolífero de Ayoluengo, en el municipio de Sargentes de la Lora, en Burgos.

Así consta en la resolución publicada por la Junta de Castilla y León en el Boletín Oficial del Estado el pasado mes de febrero, donde se aprueba su declaración como BIC en base a que es «una relevante muestra de patrimonio cultural asociado a su explotación, que ha dado lugar a una transformación radical del territorio, conformando un paisaje antropizado, representativo de un pasado y de unas formas de vida, digno de ser conservado y transmitido a generaciones futuras».

La Carta del Bierzo se convierte así en el principal argumento para salvaguardar paisajes mineros aunque estén degradados para poder ser considerado BIC, algo que en un futuro se podría aplicar en algunas zonas del Bierzo y de la provincia de León.

La consideración de los paisajes modelados por la actividad industrial como partes integrantes del patrimonio cultural es un hecho relativamente reciente, que dio sus primeros pasos en la década de los 70 del siglo XX, cuando se creó el Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial. En el caso de los pozos petrolíferos de Burgos, se hace referencia, además de a la Carta del Bierzo , a una recomendación del Consejo de Europa relativa a la protección y conservación del patrimonio técnico, industrial y de ingeniería civil en Europa (1990), a la Carta de Nizhny Tagil sobre el Patrimonio Industrial (2003) y a algunas pautas incluidas en el Plan Nacional de Patrimonio Industrial (2011).

Y es que lo más importante de la Carta del Bierzo , según Antonio Pizarro Losilla, presidente de la Sociedad Española para la Defensa del Patrimonio Geológico y Minero, defensora de aquella declaración en Ponferrada, es que remarca y pone en valor el patrimonio minero como parte diferenciada del patrimonio industrial.

La reunión en Ponferrada se celebró del 22 al 24 de octubre de 2008 y estuvo organizada por el Instituto de Patrimonio Histórico Español y la Fundación Ciudad de la Energía como continuación a otra que, dos años antes, había tenido como eje de debate la arquitectura defensiva en España.

La Carta del Bierzo sobre Patrimonio Industrial Minero en España , que así es su nombre completo, nació para sensibilizar a la opinión pública y a las Administraciones ante la desaparición y abandono de buena parte de los testimonios de la historia minera e industrial española y supuso un avance para preservar y hacer más riguroso y veraz la defensa de estos nuevos bienes culturales; «aquejados de tanto olvido y demérito», señalan sus autores en el documento.

Comisión de Patrimonio

El texto, que se sometió a la consideración y aprobación del Consejo del Patrimonio del Estado Español, es hoy en día una referencia, destaca Antonio Pizarro Losilla, que insiste en diferenciar patrimonio minero e industrial. «No se trata de batallas, hemos de convivir todos y todo suma, pero está claro que una mina no es una industria, sólo por definición», aclara.

La Carta del Bierzo tiene cuatro apartados. En su introducción, arranca diciendo: «Escondido en las entrañas de la tierra el mineral ha constituido desde tiempos prehistóricos uno de los recursos naturales más codiciados por el ser humano. De este modo, cargado de un significado simbólico —otorgado por la mitología— o exclusivamente concebido desde un prisma económico de explotación, su búsqueda y gestión se ha revelado a lo largo de la Historia como una de las actividades humanas de mayor impacto sobre el medio». Partiendo de esa afirmación de que la Minería —con mayúsculas— se erige como una de las principales actividades humanas de explotación, «imprescindible no sólo para la vida cotidiana sino también para el progreso», considera que la labor de conservar explotaciones mineras sin actividad no sólo es recomendable sino fundamental para el conocimiento del patrimonio común.

Y más si cabe después de la reconversión generalizada del sector minero en las últimas décadas del siglo XX «que apartó de esta actividad a miles de personas» y dejó —«casi de un día para otro e independientemente del estado de agotamiento de sus filones»— en trance de desaparición la mayor parte de las instalaciones mineras de España. Pese a que reconoce que es imposible conservar todo, considera que «las más representativas» son tan interesantes de catalogar y proteger como las religiosas o defensivas, que quedaron en desuso hace siglos.

La Carta del Bierzo se firmó en Ponferrada y tiene también una referencia a Las Médulas como antecendente de esa necesidad de conservar el mundo ligado a la Minería.

Además, planteó la protección jurídica de los bienes muebles e inmuebles mineros, que deben articularse, a su juicio, a través de las figuras establecidas en la legislación de Patrimonio Histórico o Cultural vigente y en la Normativa del Suelo. «Es necesario que las Administraciones Locales contemplen la conservación del Patrimonio Industrial Minero en sus planeamientos urbanísticos», dice también la declaración.

Pero, sin duda, su último párrafo lo resume todo, aunque queda mucho por hacer, a la vista de los hechos. «Como la indumentaria de trabajo abandonada en las bocaminas, desafiando al paso de los años, el Patrimonio Minero Industrial, aletargado bajo el peso de los conflictos sociales que provocaron su olvido, ha de ser rescatado del silencio que todavía lo envuelve. Muchos son los proyectos e iniciativas puestas en marcha para devolver la palabra al patrimonio escondido en el interior de la tierra, la presente carta no pretende sino convertirse en un haz de luz en la oscuridad de esa mina».

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