Diario de León

Prada se encarna en el verdadero Señor del Palacio de Canedo

El empresario se rodea de sus ‘inconmensurables’ para celebrar los 50 años de Prada a Tope ’Don Manuel Ossorio’ le nombra heredero

Prada, en el centro con el sombrero negro de tres picos, posa con los once premios ‘inconmensurables’ que entregó anoche en el Palacio de Canedo. L. DE LA MATA

Prada, en el centro con el sombrero negro de tres picos, posa con los once premios ‘inconmensurables’ que entregó anoche en el Palacio de Canedo. L. DE LA MATA

Ponferrada

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Amigos, clientes, proveedores, admiradores también, aplaudían anoche a José Luis Prada, que celebraba a tope, como es marca de la casa, sus cincuenta años al frente de un negocio hermoso. Le aplaudían, alcaldes, el presidente del Consejo del Bierzo, el rector de la Universidad de León, periodistas, agricultores, bodegueros, comerciantes, viticultores, trabajadores de su firma, al comienzo de una noche fría de San Juan porque el empresario agroalimentario había querido celebrar el aniversario de su marca, de su eslogan y de su filosofía de vida entregando una decena de premios —con la figura de un pulgar hacia arriba— a los «inconmensurables» que le han ayudado a que Prada a Tope sea un referente. Y entonces se fue la luz en la bodega.

Y falló el sonido.

Y saltaron chispas entre los depósitos de acero.

Una luz blanca iluminó lo alto de la nave donde fermenta el vino y con la bodega en silencio emergió envuelto en humo, con sombrero de tres picos y traje dieciochesco, nada menos que don Manuel Ossorio y Pimentel de Medina Cachón y Ponce de León, decimosegundo Señor de Canedo, de nombre tan largo como los doscientos años de decadencia que vivió el palacio que hoy es emblema de Prada a Tope hasta que el empresario llegó para rescatarlo de la ruina en 1987.

Prada, que se había emocionando entregando los pulgares de cerámica a sus inconmensurables —y lo más recordado será el momento en que los trabajadores del palacio levantaron en volandas a su compañera Dolores Rejas, en silla de ruedas porque está lesionada, para que recogiera el premio en nombre de toda la plantilla— no sabía nada de aquel final de fiesta con espectro incluido. Por eso observó, divertido, el discurso del actor del grupo de teatro Conde Gatón, José Manuel Valcarce, en la piel de don Manuel, que desembocó en el nombramiento del empresario como «el verdadero señor de Canedo». El hijo del vendedor de zapatos que convirtió aquella tienda de Cacabelos en el embrión de un negocio próspero donde la premisa es hacer dinero respetando la tierra, defender la naturaleza con el Bosque Didáctico y recuperar la arquitectura tradicional, recibió entonces el sombrero de tres picos, la capa y la copa de vino para brindar. Y lo que quedaba de la noche iba a ser una fiesta, amenizada por la música elegante de Doctor Bogarde.

Pero antes de la sorpresa hubo tiempo para recordar, en un audiovisual de Videomáster, cómo era la España de 1972 en la que Prada comenzó su aventura. De qué forma alguien a quién los más rancios del lugar veían como « hippie extravagante», recordó Flor Bonet, esposa de Prada, ha terminado siendo hijo predilecto del Bierzo. Y hubo pulgares para quienes han ayudado a Prada a hacer vino, a embotellar pimientos, a comercializar sus productos, a promocionarlos, a contar su sueño. A Prada, resumió el periodista Fernando Tascón, «hay que quererle porque ha conseguido algo que parecía impensable; que el Bierzo sea un lugar mejor, que tiene cojones...». Como para no ponerle al frente de un Señorío.

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