Diario de León
Publicado por
GARCÍA TRAPIELLO
León

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Hay una mujer estudiosa recordándonos algo que vale mucho: lo beneficioso que es leer en voz alta o que alguien nos lea.

El tiempo que pasamos leyendo en voz alta no se parece a ningún otro. Una milagrosa alquimia sucede cuando alguien le lee a otra persona, una alquimia que convierte las cosas ordinarias de la vida, un libro, una voz, un lugar donde sentarse y un poco de tiempo en un alimento increíble para el corazón, la mente y la imaginación. Lo dice Megan Cox en su libro «La hora encantada».

Salvo a críos en edad de dormirlos con nana o cuento ya nadie lee en alto y papá-mamá le encargan ahora la tarea a una pantallita, aunque «leer en voz alta a los más pequeños estimula la adquisición temprana del lenguaje, el gusto por la lectura y la amplitud de su vocabulario futuro, además de fomentar el vínculo afectivo». Es cierto, lo que entra por el oído se recuerda mucho mejor que lo que comemos con los ojos... porque lo que oímos es un mensaje personalizado al que inconscientemente prestamos mayor atención; así el cerebro negocia mejor la memoria; y la memoria es saber; el saber es información; la información es poder... y el que escucha o lee al que sabe, ¡puede!...

En su día El Quijote se leyó más con la oreja que con los ojos en una España analfabeta de corrillo en zaguán donde se iban leyendo las entregas. Se leía en alto en barberías, en el emparrado o junto a la lumbre del hogar hidalgo. Gracias al que sabía leer, muchos leyeron. En la sala de costura del conventillo una monja lee en voz alta textos piadosos o historias sagradas mientras las demás zurcen o bordan. En las fábricas tabaqueras de Cuba siempre hay un lector que ameniza o adoctrina el silencio de las cigarreras. Y en el comedor de mi colegio en La Virgen del Camino siempre se leía algo y se escuchaba música clásica comentada, ingenioso plan para disolver toda vocinglería colegial y, de paso, aprovechar el tiempo. ¿De qué, si no, iba a recordar yo hoy casi al dedillo «El tercer ojo» de Lobsang Rampa o «La aventura de la Kon-Tiki» de Thor Heyerdahl?...

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