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«‘Todo lo abierto’ es un libro donde planteo cómo he vivido el cáncer»

Es la primera española y la primera mujer en ganar el premio Manuel Acuña de poesía, el mejor dotado en lengua castellana del mundo. La leonesa Ana Isabel Conejo ha recibido 120.000 dólares por ‘Todo lo abierto’, un libro doloroso en el que se enfrenta al cáncer

La escritora leonesa Ana Isabel Conejo. DL

La escritora leonesa Ana Isabel Conejo. DL

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verónica viñas | león

La poesía, como la vida, puede ser dolorosa, pero también curativa. Ana Isabel Conejo ha pasado un annus horribilis y, al final, ha tenido premio; el mejor dotado de poesía en lengua castellana del mundo. Se ha embolsado los 120.000 dólares del certamen Manuel Acuña, en el que competía con más de 500 poetas. Su libro Todo lo abierto es más que un ajuste de cuentas con el cáncer de mama y el proceso que vino después. La mastectomía, su decisión de no hacerse una reconstrucción y su planteamiento como mujer tras sufrir la extirpación lo puso por escrito.

La autora, licenciada en Biología y afincada en Ciudad Real, entabla un diálogo consigo misma en el que se interroga sobre la identidad femenina. Cree que «todos tenemos un poeta dentro». Por eso, le parece importante «que los niños lean poesía, porque son lectores sin prejuicios». En su opinión, «la poesía ayuda a pensar de otra manera». «El lenguaje poético nos ayuda a dotar de significado a nuestras vivencias», afirma. Ella destaca el poder terapéutico de la poesía. «A mí me ayuda a entenderme y buscar significados a lo que me pasa». Aunque le pone un punto de ironía, para eludir «el patetismo en el que uno tiende a caer».

Ana Isabel Conejo, cuando escribe poesía, y Ana Alonso en su faceta como narradora, afirma que los premios, como el que acaba de recibir, sirven «para publicar y para llegar a más público», sobre todo cuando se trata -como en su caso- de autores independientes, que no se mueven «en camarillas ni en círculos cerrados». Es la primera española y la primera mujer que conquista el Premio Acuña. Reconoce que, antes de presentarse al certamen, leyó la obra de los premiados «para ver si encajaba con la mía. Y me gustaron mucho». «Hay premios que valoran más otro tipo de poesía y a los que no merece la presentarse».

Ella afronta cada poemario como un ejercicio de literatura. «No tiene sentido reincidir. Aunque un libro me dé resultado, no voy a repetir fórmulas», asegura. Ha tocado casi todos los registro y ahora le atrae un territorio que no había pisado hasta la fecha, el de la poesía visual. A raíz del cáncer exploró infinidad de territorios literarios. «La enfermedad me pedía mucha escritura. Ha sido un año muy fecundo».

Frente a los escritores que sostienen que, al final, un escritor siempre escribe el mismo libro, ella considera que «el autor no es siempre la misma persona». Prueba de ello es que cuando se le ha ocurrido releer su primer libro, se da cuenta de que ha cambiado en muchos aspectos. Para ella, la poesía siempre ha sido búsqueda; «la búsqueda de significados que surgen de la necesidad de entenderme y de reconciliarme conmigo misma».

Hace doce años dejó la docencia para ejercer en exclusiva su gran pasión, la escritura. «Es un privilegio y una suerte poder dedicarme a lo que me gusta y poder hacerlo de forma independiente; eso es algo que valoro mucho».

Considera a Gamoneda su mentor, porque fue el primero en valorar su poesía como miembro del jurado del Premio de Poesía de la Universidad de León que recibió en 1990. «Luego he hablado mucho con él». También admira a Juan Carlos Mestre, que le ha aconsejado a lo largo de su ya larga trayectoria literaria. Conejo empezó a escribir a los 9 años y publicó su primer poemario a los 19. Es una autora reconocida en el ámbito de la narrativa infantil —publica asiduamente en Anaya— y en la juvenil, donde siempre escribe ‘a medias’ con su marido, Javier Pelegrín. Este año ha ganado también el premio Príncipe Preguntón de poesía infantil por el poemario Palabras para viajar.

Recuerda que su padre, profesor de Filosofía en el Instituto Juan del Enzina, fue su primer lector. Su hermana Julia y su marido le transmiten confianza, porque «es importante estar rodeado de gente que te entiende», confiesa.

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